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Aureliano Sáinz | El mundo de los hermanos (y 2)

Continuando con el análisis de las relaciones fraternas que iniciamos en el artículo anterior, estas nos dan a entender que las que se dan entre los hermanos o hermanas no son similares a las relaciones entre iguales, sean amigos o compañeros, que se van generando en el proceso de desarrollo.



Esto es fácilmente comprensible, dado que, aparte de los vínculos emocionales que se producen entre hermanos por el sentimiento de pertenencia familiar, nos encontramos con otros factores como son el orden de nacimiento, la diferencia de edad, el tamaño de la familia y el sexo de los miembros que la componen.

En cambio, dentro del trato entre iguales se da la tendencia a la equiparación de las edades y la correspondencia de género. Por otro lado, los iguales con los que los niños y niñas se relacionan suelen ser elegidos por ellos mismos. La búsqueda de la relación basada en las afinidades es una manifestación de la libertad con la que se actúa en la construcción de la amistad que debe basarse en la confianza mutua, dado que nunca dos personas pueden conocerse totalmente.

En sentido contrario, los hermanos no se eligen mutuamente, ya que su condición fraterna les viene impuesta por lazos biológicos que configuran una relación permanente, pues, en el caso de que se diera una ruptura de la relación entre ellos, esto no conllevaría que dejaran de ser hermanos. Las relaciones de amistad, en cambio, son más susceptibles de ser interrumpidas por diversos motivos, como pueden ser la pérdida de confianza, la falta de lealtad o por razones no previstas: el cambio de residencia, de colegio, de lugar trabajo, etc.

A pesar de que, tal como he apuntado en la primera entrega, las relaciones entre los hermanos no han sido estudiadas con la amplitud necesaria, una que se ha hecho con mayor detenimiento es la del hermano o la hermana mayor con respecto a los que le siguen, especialmente en las primeras edades. Así, en determinadas situaciones, el hermano mayor puede cumplir con la figura de apego, expresión que procede del psiquiatra y psicoanalista inglés John Bowlby, quien apuntaba que todo recién nacido necesita la relación con un cuidador principal para que su desarrollo emocional y social se lleve con normalidad.

Además, la presencia del hermano o la hermana mayor que lleva adelante esa función de apego mitiga las reacciones del menor en situaciones de inseguridad y miedo, facilitando el comportamiento exploratorio del pequeño que se aleja más y durante más tiempo de la madre, que habitualmente suele ser la figura de apego, aunque en la actualidad también el padre la está cumpliendo.

Otros aspectos a tener en cuenta en la relaciones entre hermanos, que complementan los que expuse en la primera entrega, serían los siguientes:

- En la niñez, las interacciones entre hermanos son intensas, puesto que están en un momento en el que dependen de los padres en casi todos los aspectos. A medida que crecen, esa relación disminuye. Esto suele suceder desde los 12 hasta los 17 años, dado que es el tiempo de un aumento progresivo de los contactos con los iguales característicos de la etapa de la adolescencia.

- En la madurez, la relación entre hermanos se hace más independiente. La proximidad o lejanía ya va a depender de otros factores como la incorporación de nuevos actores (cuñados/as, sobrinos/as, etc.) a los lazos que vienen dados por hechos biológicos.

- Pasados los años, la necesidad de atender a los diversos problemas que plantean los padres mayores va a constituir la razón fundamental de nuevas interacciones. En la edad adulta también se suelen dar comportamientos solidarios y de apoyo entre los hermanos; aunque en estas relaciones pueden aflorar antiguas situaciones de rivalidad o de conflictos entre ellos, lo que configuran obstáculos para un buen entendimiento.

- Para cerrar, quisiera indicar que el ciclo de la vida apunta a que ya en la vejez se suele producir una reactivación de las relaciones entre hermanos que tiempo atrás habían bajado en viveza por diversos motivos. Sobre ello habría que decir que esa reactivación de los lazos actúa como compensación de otras relaciones que se han perdido o que disminuyeron en intensidad.

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Como ejemplificación de lo expuesto, quisiera comentar tanto el dibujo que ha servido de ilustración como otros tres que he seleccionado que explican adecuadamente lo comentado.

El dibujo de la portada es de una chica de 13 años. Como puede apreciarse, forma parte de una familia con cuatro hijos: dos chicas y dos chicos. Es la mayor de los cuatro, hecho que manifiesta dibujándose en el centro de la escena y al lado de su madre; el hermano, que le sigue en edad, lo representa junto a su padre, al tiempo que sus hermanos pequeños los muestra juntos a sus abuelos. Ella, que se siente la mayor de los hermanos, lo expresa al haber sido la segunda en aparecer, quedando enfatizado este hecho por encontrarse totalmente en el centro del dibujo.



De modo similar al dibujo de la portada, en el que acabamos de ver también la familia tiene dos hijos y dos hijas; pero el modo el modo de representar a sus miembros difiere del anterior. En este caso, la figura central de la escena es el padre, que se muestra sentado en una butaca, junto con su hijo e hija mayores, simbolizando que ellos, en cierto modo, comparten la autoridad paterna.

En el lado izquierdo aparece la madre, junto a la autora del dibujo y a su hermano pequeño. La forma de agrupar a los miembros da lugar a que se diferencien los que, por un lado, están ligados a la figura paterna y, por otro, a la materna.



El tercer dibujo que comento pertenece a una niña de 10 años que se encontraba en quinto curso de Primaria. Ella era la más pequeña, ya que sus dos hermanos mayores varones, que eran mellizos, aparecen a ambos lados de su figura como si estuvieran protegiéndola.

Este sentimiento de protección lo refuerza la autora al trazar a los cinco miembros de la familia en el interior de la casa, ya que esta sencilla casa que dibujan los escolares representa el hogar como espacio de calidez y seguridad. Por otro lado, tiene un cierto aire animista, dado que se asemeja a un rostro en el que las ventanas son los ojos y la puerta la boca de la supuesta figura humana.



A lo largo del tiempo, he ido mostrando las diversas modalidades familiares que se dan en la actualidad. Una de ellas es la que denominamos con familia reconstituida, que es la que se produce tras una inicial ruptura de pareja, por lo que uno o los dos antiguos cónyuges deciden formar una familia nueva. Es lo que manifiesta el autor de este dibujo, un chico de 11 años que se ha representado en el centro de la escena, junto a su padrastro y a sus dos hermanastros.

En el lado izquierdo de la lámina traza a sus padres biológicos junto a su hermano pequeño que tuvieron antes de decidir separarse. De este modo, y alejándose de la creencia que pudiera deducirse, él no muestra problemas en dibujarse junto a sus hermanastros, como si formaran un grupo de tres hermanos que se llevan bien.

AURELIANO SÁINZ