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Cura de humildad

A día de hoy y a falta de unas pocas horas para ir a votar nuevamente, hacer algún pronóstico sobre los resultados es tan osado como estéril, pero a algo sí que creo que puedo atreverme. Creo, espero y deseo, como me parece que le sucede a una buena parte de españoles, que nuestros próceres y sus partidos reciban una autentica y contundente cura de humildad. Todos, los veteranos y los recién nacidos. Sí, también los nuevos. Y si no la aprenden, que no tengo muy claro que lo hagan, peor les va a ir. A los unos, pero tambien puede que en nada a los otros.

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Ha llegado la hora de que entiendan que se acabó, que ya no cuela lo que colaba ni se puede seguir jugando a lo mismo. Porque nada va a seguir siendo lo mismo. Y si no lo han comprendido ya pueden ir haciendo el petate porque, si no, se lo se lo van a a hacer de inmediato. No va más.

Los de siempre, pero ojo, también los que empiezan. El PP y el PSOE, desde luego. Se acabó el baile a dos. Como poco, a cuatro, y van a tener que acostumbrarse a que así va a ser en el futuro. Que se acabaron esas mayorías de "aquí mando yo y a callar".

No va a ser malo que la palabra "diálogo" –pero como verdad y no como milonga– regrese al diccionario político. Y si alguna duda tienen, que miren al sur y a Susana Díaz. La sultana está probando a qué sabe el nuevo tiempo y me da en la nariz que, con ponerse estupenda, amenazar o desparramar promesas, ya no va a servir. Ni para investirse ni para remediar el nuevo vertido de Aznalcóllar. O se limpia de verdad o no va a colar. Y este es suyo. Pero suyo, suyo y en estricta propiedad.

Lo que ha sucedido allí, en mayor o menor grado, va a suceder por toda la geografía. Pero que se calmen. Puede que pueda, de inicio, parecer un caos y un carajal. Y en ocasiones lo será. Pero, por ejemplo el PP puede hacer de la necesidad virtud. Antes, bien lo sufrió: o ganaba por mayoría absoluta o lo mandaban a la oposición. Pero quizás ahora pueda aprender a pactar, a lo mejor hasta tiene con quién.

Para ello tal vez haya de comenzar a practicar la virtud de la humildad. Exigible también a los que llegan o, incluso, a ellos más. Que alguno va de retar al campeón de los pesados sin haber pisado un ring. Mejor que aprendan a no ponerse estupendos antes de arrancar y a andar con cuidadín, que las mieles repentinas se transforman en hieles al primer desliz.

Se mosquea el personal sintiendo traicionada la voluntad de su voto por un juego malabar que acaba en un encame antinatural y ya puede irse despidiendo del sueño primaveral porque, cuando llegue el invierno, de estas rosas no queda un pétalo y sin espinas infectadas en la piel.

El PP va a sufrir castigo; lo va a sufrir el PSOE y los dos en creciente pueden quedarse con la crecida a medias o creerse lo que no son al día siguiente. Pero que ni los unos ni los otros nos vengan con milongas. Se les puede permitir que esa noche unos se laman con dignidad las heridas y que los otros canten victorias novatas. Muy bien, pero que no se crean que nos la dan.

Mejor les trae en cuenta que, de inmediato, lean lo que se les ha dicho con el voto y actúen en consecuencia. Y que mientras y de una vez cambiamos la ley electoral y los alcaldes los elegimos como es mucho más lógico nosotros en una segunda vuelta cuando no hayan alcanzado mayoría en la primera, sean sensatos y se dejen de cabildeos y espurios repartos de poder.

Porque tengo para mí que quien a partir del día 24 comprenda mejor el mensaje de las urnas va a ser quien estará en mejores condiciones de podernos gobernar a partir del año que viene, de conseguir que, amén de la situación económica, la anímica, la de la confianza, aunque sea poca, se empiece a reestablecer.

Y para ello habrá que hacer reformas. Pero ahora no las de los recortes sino las de los nuevos impulsos, de la regeneración y de la limpieza. Habrá que poner en valor, ¡qué cosas!, eso tan mentado pero durante algún tiempo tan arrumbado en el desván: los valores esenciales de la Constitución. Incluso para darle un repaso y un pulido si fuera menester. Pero, sobre todo, para refrescarlos y ponerlos en vigencia y recuperar su espíritu y su misión.

Que no es como algún insensato parece pretender la de enfrentarnos o hacérsela tragar a los “otros” , sino los de la convivencia, la solidaridad, la justicia, la igualdad, el acuerdo, el respeto a las leyes y a los demás y la libertad. Que es lo verdaderamente vivo, lo importante y lo siempre “nuevo”. Lo viejo, aunque se disfrace, es lo demás.

ANTONIO PÉREZ HENARES
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