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El PSOE esconde a Zapatero

Lo pusieron tapadito y no le dejaron rechistar. Sánchez renegó públicamente de Zapatero y se reivindicó como hijo de González. A Felipe le dio reconocimiento, palabra y afectos; a ZP lo pusieron en segunda fila y le mandaron callar. Más claro no pudo estar, aunque no le gustara a Antonio Miguel Carmona, quien hubiera querido escucharlo.

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A él puede –aunque no sé yo si hace bien en decirlo y que se acuerden de sus amores con Gómez– pero está claro que al nuevo secretario general y a muchos otros, a Susana Díaz tampoco, lo único que quieren es que no enrede más y que, si no queda más remedio, que esté, pero que se note lo menos posible. A lo mejor para oírle hablar cualquier día de estos, donde Carmona tendrá que ir, será a un mitin de Podemos, que esos lo quieren más.

Porque –y un día de estos voy a reclamar cierto derecho de autor– quienes en cierto modo no se avergüenzan del todo de ser hijos políticos de ZP son las tropas podemitas. Él fue el Juan Bautista cuyo mensaje anunciaba la llegada del Mesias.

Su vacua efervescencia, su diletante derribo de los principios de la Constitución de las libertades, de la cohesión de la nación, de su pacto de reconciliación entre españoles desterrando el odio guerracivilista, su meliflua demolición de los pilares de la nación y de su propio partido es, sin duda, la mejor tarea que podía dejar hecha para allanar el camino de Pablo Iglesias y sus apóstoles. A los que, desde luego, y aunque ellos no lo reclamen como padre, entiende como hijos “socialdemócratas” y se junta con ellos a cenar. A escondidas, si es menester.

José Luis Rodriguez Zapatero ha sido el peor presidente de la democracia española y el más letal líder del PSOE. Ahora está haciendo serios esfuerzos por convertirse también en el peor expresidente y en algo aún más molesto y nocivo que el incordiante jarrón chino que fue, como definió González la figura de los expresidentes. Pero la verdad es que, y resultaba en verdad sorprendente, al contemplar la iconografía socialista este pasado domingo, uno de los pocos que en realidad parecía no ser un jarrón chino era Felipe.

ANTONIO PÉREZ HENARES
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