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Jes Jiménez | El mundo flotante

¿Y cómo serán otros hogares, los que se adivinan tras las difuminadas luces de las ventanas de calles ajenas, o aquellos que imaginamos en otros lugares lejanos en la geografía y en los siglos? En esta imagen, diseñada por Mizuno Toshikata, podemos ver parte del interior de un hogar japonés del siglo XVI. La mujer que aparece en primer término mira de soslayo hacia la habitación contigua, en la que se encuentra su marido, visiblemente frustrado por no poder comprar un magnífico caballo.


En la esquina superior derecha, la cuidada caligrafía de un pergamino describe los detalles de la escena y su contexto. La referencia al caballo y a su importancia para el samurái Yamanochi Kazutoyo es subrayada por el fragmento visible de una pintura con un caballo. Es una escena intima, en un entorno muy diferente estéticamente al que vivimos cotidianamente, pero en la que adivinamos vivencias no tan lejanas.

La imagen es una estampa impresa en papel desde un original grabado en madera, publicada en Tokio en agosto de 1888. Pertenece a un tipo de estampas denominadas ukiyo-e, una modalidad de arte que se desarrolló únicamente en Japón.

El significado literal en castellano de esa palabra es “imagen del mundo flotante”. El sufijo -e tiene el significado genérico de "imagen" y ukiyo, el de "mundo flotante". Designación muy poética y etérea pero, en realidad, la palabra ukiyo tiene un origen bastante diferente a los contenidos y temas que se ven reflejados en ese tipo de estampas. La expresión ukiyo deriva del Budismo y aparece por primera vez en textos de la Edad Media japonesa en los que el mundo flotante tiene un significado estrictamente religioso, relacionado con la fugacidad de la vida terrenal.

Similar, en cierta manera, al espíritu que alimentaba las pinturas del género denominado Vanitas en la cultura occidental. En ellas podemos contemplar alegorías más o menos sutiles, o nada sutiles, que contraponen la inevitabilidad de la muerte a los placeres mundanales. Se puede ver un ejemplo en la pintura de Lucas Furtenagel (1529), a la que nos referimos en un artículo anterior.


Con el paso del tiempo, los significados asociados a la palabra ukiyo fueron cambiando y en el denominado periodo Edo (1615-1868) se le atribuía un sentido totalmente opuesto, relacionado con el predominio de los placeres fugaces y de un hedonismo totalmente despreocupado de cualquier tipo de trascendencia.

Y así lo define un autor del siglo XVII con cierto sarcasmo hacia los preceptos religiosos de épocas anteriores: “Sólo vivir el momento, centrar toda la atención en la belleza de la luna, de la nieve, de las flores de cerezo y de las hojas de arce; cantar canciones, beber vino, simplemente abandonarse al placer; no preocuparse lo más mínimo por la pobreza próxima, rechazar todas las tribulaciones, comportarse como la calabaza en la corriente del rio: esto es lo que llamamos el mundo flotante…”.

En las grandes ciudades surgieron barrios dedicados al puro divertimento en los que se podían encontrar los goces más populares de la época: el popular teatro Kabuki, los juegos, la bebida, la ceremonia del té servido por damas perfectamente adiestradas para agradar a los clientes con sus canciones y músicas, con su elegancia y su conversación y, por supuesto, con sus hábiles destrezas eróticas.


Otra perspectiva –más equilibrada desde mi punto de vista– sobre cómo afrontar el agotamiento de la vida la encontramos en Las elegías de Duino, en las que Rilke dice: “La caducidad se precipita por todas partes en un ser profundo. Por lo tanto, todas las formas de aquí no deben ser solamente utilizadas dentro de la limitación del tiempo, sino, en la medida en que podamos, integradas en esas significaciones superiores de las cuales participamos. Sin embargo, no se tratan aquí en un sentido cristiano (del cual me alejo siempre con mayor apasionamiento, sino con una conciencia puramente terrenal, profundamente terrenal, bienaventuradamente terrenal) las cosas aquí vistas y tocadas, en el círculo más vasto, el más vasto de todos. No en un más allá cuya sombra oscurece la tierra, sino en un todo, en el Todo".

Volviendo al “mundo flotante” de la era Edo, su eje central es el teatro Kabuki, que surge en 1603 de la mano de la sacerdotisa Okuni. Más bien deberíamos decir de sus pies, ya que, en principio, fue una danza interpretada por ella junto a su grupo denominado Chaya asobi (Entretenimientos de la casa de té). La referencia al té y a las casas especializadas en la ceremoniosa celebración de su ingesta es significativa, ya que los rituales relacionados con el té también tendrán importancia en el ukiyo.


El kabuki se convirtió en una forma popular de entretenimiento para los habitantes de las ciudades (chônin). Y, junto al kabuki, la prostitución también floreció en distritos con licencia especial para su práctica, como el barrio Yoshiwara establecido en Edo (Tokio) en 1617. Como consecuencia, los actores del Kabuki y las bellas y elegantes mujeres se convirtieron en popular sujeto de pinturas en la segunda mitad del siglo XVII. Este sería el origen de las Ukiyo-e: Imágenes del mundo flotante, de las que hablaremos en el próximo artículo.

JES JIMÉNEZ SEGURA

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