Ir al contenido principal

María Jesús Sánchez | Nuevos propósitos

El año nuevo avanza y yo sigo igual de perdida, de ansiosa. Me gusta pensar que, cada 1 de enero, el contador se pone a cero y se puede empezar una nueva vida mejor que la anterior. Soy consciente de que no he parado, de que mi cabeza no ha parado de pensar como si se disputaran cinco torneos de tenis a la vez y yo no supiera dónde mirar.


Para hacer propósitos hay que sentarse, conectar con la realidad, con el sol y el viento que pueblan la mañana y, desde aquí, tomar aire, expulsando la prisa, y escribir. Aquí estoy. Creo que más bien que propósitos, yo lo que tengo son deseos.

Deseos de calma y paz, de indulgencia conmigo misma, de darme derecho a equivocarme y a caerme mil veces sin un "ya te lo dije". Y sonreír siempre. Digo "deseos" porque se me hace difícil conseguirlos. El control mental no funciona y eso me cabrea. ¡Qué ilusa soy creyendo que desde mi cabeza puedo lograrlo todo!

Nos han vendido una moto falsa. No es verdad que "si quieres, puedes" y que todo se puede lograr con esfuerzo. Me temo que el mundo o el universo no funcionan así. Hay cartas repartidas previamente que ayudan o entorpecen el camino.

No sé cuándo empecé de nuevo a correr, a huir de alguien de quien no puedo huir: de mí misma. No sé qué hacer con el tiempo. Es como si quisiera llenarlo de tareas para que fuera un reto perfecto. Y eso me cansa mucho. Ando en alerta, como si sonaran las alarmas de la guerra y buscara el búnker como pollo sin cabeza. No lo encuentro y tampoco quiero encontrarlo. Allí habrá aún menos oxígeno.

Solo conseguí dormir ayer después de usar mis vértebras como un acordeón que se expande y se contrae con cada respiración forzada. Estoy cansada, muy cansada. Ya no quiero, ya no puedo correr. Sé que no hay un monstruo, sé que nadie me persigue, pero mi pecho no puede parar de contraerse. Dejaré todo y me esconderé entre las sábanas mientras deseo que esta tormenta desaparezca.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ