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Pepe Cantillo | Derechos vulnerados

La situación bélica que sufre Ucrania me ha traído a la memoria la película El Gran Dictador, de Charles Chaplin, y el discurso con el que finaliza. Dicha película se estrena en 1940. En España tardaría aun en aparecer 35 años (1976).


Breve resumen: El dictador Hynkel se apodera de Tomenia con ayuda de unos pocos privilegiados. Un accidente hace que Chaplin sea confundido con el dictador y pase a sustituirle. La escena en la que Hynkel (Chaplin) aparece jugando con un globo terráqueo que al final se pincha, es clave como referencia al gobernante dictatorial... El discurso final es una llamada a la libertad, a la solidaridad y a la esperanza.

“Podéis hacer de esta vida una radiante aventura. Realmente lo siento pero no aspiro a ser emperador. Eso no es nada para mí. No pretendo regentar, ni conquistar nada de nada. Me gustaría ayudar, en lo posible, a cristianos y judíos, gentiles, negros y blancos. Todos tenemos el deseo de ayudarnos mutuamente. La gente civilizada es así. Queremos vivir de nuestra dicha mutua... no de nuestra mutua desdicha. No queremos despreciarnos y odiarnos mutuamente. En este mundo hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede garantizar la subsistencia de todos. El camino de la vida puede ser libre y magnífico, pero hemos perdido ese camino.

La voracidad ha envenenado el alma de los hombres, ha rodeado el mundo con un círculo de odio... Hemos mejorado la velocidad, pero somos esclavos de ella. La mecanización que trae consigo la abundancia nos ha alejado del deseo. Nuestra ciencia nos ha vuelto cínicos. Nuestra inteligencia, duros y brutales. Pensamos en exceso y no sentimos bastante. Tenemos más necesidad de espíritu humanitario que de mecanización. Necesitamos más la amabilidad y la cortesía que la inteligencia. Sin estas cualidades la vida sólo puede ser violenta y todo está perdido.

La aviación y la radio nos han acercado los unos a los otros... En este momento, mi voz llega a miles de seres esparcidos por el mundo, a millones de hombres, mujeres y niños desesperados, víctimas de un sistema que tortura...y encarcela a las personas inocentes.

A aquellos que puedan comprenderme les digo: No desesperéis, la desgracia que ha caído sobre nosotros no es más que el resultado de un apetito feroz de la amargura de unos hombres que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y los dictadores perecerán, y el poder que han usurpado al pueblo volverá al pueblo.

Soldados, no os entreguéis a esos brutos, hombres que os desprecian y os tratan como esclavos, hombres que rigen vuestras vidas, imponen vuestros actos, vuestros pensamientos: que os amaestran y os hacen ayunar, os tratan como ganado y os utilizan como carne de cañón. No os pongáis en manos de esos hombres contra natura, de esos hombres máquinas con corazones de máquinas ¡Vosotros no sois máquinas! ¡Vosotros no sois ganado! ¡Vosotros sois hombres ¡Vosotros lleváis el amor de la humanidad en vuestros corazones! No odiéis. Sólo los que no son amados odian. Los que no son amados y los anormales... Soldados, ¡no combatáis por la esclavitud! ¡Luchad por la libertad!


En el capítulo diecisiete del Evangelio, según S. Lucas, está escrito: “El Reino de Dios está en el hombre mismo”. No en un solo hombre, ni en un grupo de hombres, ¡en todos los hombres! y vosotros ¡vosotros el pueblo! tenéis el poder para crear máquinas. El poder para crear felicidad.

Vosotros el pueblo tenéis el poder para crear esa vida libre y espléndida..., para hacer de esa vida una radiante aventura. Entonces, en nombre de la democracia, utilicemos ese poder... ¡unámonos todos! luchemos por un mundo nuevo, un mundo limpio que ofrezca a todos la posibilidad de trabajar, que dé a la juventud un porvenir y resguarde a los ancianos de la necesidad.

Prometiendo estas cosas, las bestias, gente ambiciosa se ha hecho con el poder. Pero ¡ha mentido! No han mantenido sus promesas, ¡ni las mantendrán! Los dictadores se han liberado pero han domesticado al pueblo.

Combatamos ahora para que se cumpla esta promesa. Combatamos por un mundo equilibrado... Un mundo de la razón y ciencia, en el que el progreso lleve a todos a la felicidad. ¡Soldados! en nombre de la democracia ¡unámonos!”
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Chaplin proclama: “Creo en la libertad, los dictadores actuales son fantoches manejados por industriales y financieros”. Habría que añadir que “todos son ególatras altaneros”, incluidos los que se hacen llamar demócratas. Ejemplos creo que tenemos algunos.

El respeto es la primera exigencia para la convivencia. Respeto a los demás, a unos valores y normas básicas sin las cuales no es posible que la sociedad funcione. Pero el respeto supone limitaciones y posibilidades. No podemos hacer lo que queramos cuando eso daña a los demás.

El respeto es un equilibrio entre derechos y deberes, que implica asumir responsabilidades. El respeto supone una actitud de “miramiento, consideración, deferencia” hacia los demás. No siempre es fácil cumplir con este valor básico para compartir el convivir.

Podríamos decir que derechos y deberes son las dos caras de una moneda. A mis derechos, a lo que yo puedo exigir a los demás, le corresponden unos deberes, unas obligaciones para con ellos. Aunque nos encontremos en una época en la que poco gustan los deberes y las obligaciones, no es menos cierto que las personas estamos “ligadas” unas a otras, lo queramos o no.

La Historia recoge los esfuerzos y las conquistas que los seres humanos han llevado a cabo para alcanzar tales derechos. Podríamos decir que el ser humano, a lo largo del tiempo, ha ido cobrando conciencia de lo que es, de su dignidad y de lo que puede exigir para conseguir que se reconocieran sus exigencias más básicas y fundamentales: “sus derechos”. Tales derechos trascienden al conjunto de naciones. Me refiero al llamado "Derecho Internacional", al que deben estar sujetos los distintos países.

Desglosemos en breves pasos algo de dicha lucha por alcanzar una meta aún lejana, pese al tiempo transcurrido en este mundo; un desafío para vivir buscando y defendiendo nuestra libertad hasta alcanzar el reconocimiento, al menos de algunos derechos a nivel universal. Recordemos que aún queda camino por andar. Prueba de ello es el momento bélico que estamos viendo como si fuera una película. ¡La tele!

La primera mitad del siglo XX está marcada por dos guerras mundiales con un alto coste de vidas humanas. Aun así, irán apareciendo Constituciones que proclamen una serie de derechos para todos los ciudadanos y naciones (Alemania, URSS, Italia, España…). Dicho deseo es loable y aceptable. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial enseñó otro tipo de guerra que hará uso de un arma más letal: la bomba atómica, que mató 200.000 personas en Japón.

Hemos de convivir con derechos, deberes y responsabilidades, camino que parece que estamos olvidándolo o, mejor dicho, dejándolo de lado a lo largo de la historia. ¡Siempre entre la Utopía y la miseria!

El siglo XXI está en el aire. Los deseos van por un lado y la realidad por otro distinto. A pesar de los esfuerzos por convivir en paz, siempre ha habido focos bélicos: Israel y Palestina, Afganistán, Irán y, sobre todo, la guerra de Yugoslavia (1991-2001) con importantes cambios territoriales.

Y el “zar de todas las Rusias” despertó. La invasión de Ucrania está al rojo vivo. La guerra afecta directamente a Europa con un arma nueva –la económica– y, sobrevolando nuestras cabezas, el armamento nuclear. El número de víctimas mortales está en el aire; la cantidad de refugiados asciende a más de dos millones. De momento.

Finalizo con la siguiente cita: “Nunca un derecho se ha ganado para siempre, como tampoco está asegurada la libertad frente a la violencia, que siempre adquiere nuevas formas... cuando ya consideramos la libertad como algo habitual surge un misterioso deseo de violentarla. Siempre que la humanidad ha disfrutado de la paz durante demasiado tiempo y con despreocupación, sobreviene una peligrosa curiosidad por la embriaguez de la fuerza y un apetito criminal por la guerra”.

Se trata de una cita del libro Castellio contra Calvino o El mosquito contra el elefante, de Stefan Zweig (1936), que trata sobre la conciencia contra la violencia, sobre el enfrentamiento entre un humanista defensor de la libertad frente al símbolo del fanatismo (Calvino).

PEPE CANTILLO