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El toro que mató a Manolete

Puedo dar cumplida fe de que, en efecto, y como él mismo insiste, Pablo Iglesias no fue el culpable de la muerte de Manolete. Fue el toro Islero, cuyos restos, unos pitones de no excesiva presencia, pero letales, exhibe la taberna Lagartijo de Linares, un verdadero museo taurino donde amén de esas reliquias y otras que rememoran aquella jornada trágica, incluida el acta de defunción y la mesa de operaciones sobre la que se intentó salvarle la vida, se come divinamente rodeado de trajes de luces y carteles de otras tardes mas alegres y triunfales. Como la que tuvo el líder emergente de la izquierda española en la Puerta del Sol madrileña.

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Yo estaba en Linares presentando mi novela, La tierra de Alvar Fañez, y visitando la ciudad ibera, cartaginesa y romana de Cástulo, y los de Podemos hacían una demostración de fuerza como inicio de la campaña cuyo final han establecido en la Moncloa a finales de año.

Y mejor que se los vayan tomando en serio. Los primeros, los socialistas, que corren el riesgo al que ha sucumbido ya Izquierda Unida, que se debate entre la rendición incondicional y la sumisión total, el suicidio o la resistencia numantina cercados por sus propios submarinos.

Pues que se vayan atando los machos todos, el PP desde luego, porque una conjunción de fuerzas y de pactos, le puede derribar de todo y a todos convertirnos en griegos. El magma publicitario de los “Podemitas” ha calado en amplias capas desde los púlpitos televisados y transformados en excelentes spots publicitarios que prometen el mejor de los mundos y el “cambio”, aunque no se sepa ni cuál es el mundo mejor ni en absoluto en qué consiste el cambio, excepto en que ellos son sus mesías y sus apóstoles.

La cosa es tan confusa que hasta se permiten, ocultando su muy reciente y delator pasado y presente de connivencias separatistas, proclamarse como grandes patriotas aunque entre la multitud no se divisara ni una sola bandera constitucional de España.

Su capacidad de convocatoria es un hecho, su asalto a la izquierda está ultimando su primera fase con el engullimiento de IU, que ni siquiera aguanta en Andalucía y cuya situación es tan disparatada que de sus candidatos electorales, Garzón en generales y Tania Sánchez en Madrid, de lo único que se duda es de cuándo se “pasan” y con cuántos a las otras filas. Y luego allí ya tendrán su recompensa: quizás el cartel con otras siglas o, al menos, un plato de lentejas. Les han robado o han entregado la cartera y los votantes y lo de converger está siendo simplemente una merienda.

Eso parece ya descontando, aunque puede haber alguna resistencia y algunos viriatos. Pero lo que empieza a tener los peores síntomas es la tiritona del PSOE. Susana Díaz es ahora el único dique ante la marea y se está jugando una baza muy arriesgada. Sólo hay que ver los sondeos para comprobar que pende de un hilo que no acabe por volverse contra ella su propia estrategia, que de funcionar aliviaría y daría moral y fuerza a sus huestes, pero que supondría, si fracasa, el principio de una definitiva hecatombe socialista, cuyo liderazgo cada vez está más en entredicho y que está a punto de sufrir un nuevo cataclismo en Madrid donde la situación de Tomas Gómez es –y en cuanto vea la luz el informe de la UDEF, ya definitivamente– insostenible. Algo que no va a ayudar en principio al candidato Carmona y que vuelve a dar nuevas ventajas a Podemos en una plaza tan emblemática.

No es raro, pues, que la soberbia de Iglesias y sus procónsules esté alcanzando sus máximos niveles de ebullición. Y puede ser ese prematuro endiosamiento su primera fuente, lo está siendo ya, de disgustos. Posar en los pedestales sin, en realidad, haber ganado una batalla tiene muchos riesgos.

Y pasadas las aclamaciones en Sol siguen estando por aclarar las cuentas de Monedero, los dineros de Venezuela, las becas black de Errejón, los favores fraternales de Tania y un cierto constipado en las encuestas que, a falta de la del CIS que se espera con expectación, detectan un cierto reflujo y hasta cierto desenganche de quienes mas allá de la tramoya empiezan a verlos con otros ojos y a percibir riesgos.

Porque el problema de Podemos no es que, como dicen ellos, le den miedo a la “casta”, es que se lo empiecen a dar a la gente a pesar de todas sus filigranas para ocultar sus padrinos y intenciones. Pablo Iglesias no es el toro que mató a Manolete, sin duda, pero el cordero salvador de los pecados del mundo lo es aún menos.

ANTONIO PÉREZ HENARES
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