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Aureliano Sáinz | Adopción familiar

Recientemente he dirigido un trabajo fin de carrera referido a las adopciones familiares, estudiadas a través de los dibujos de los niños y niñas adoptados. La autora, María, la tuve como alumna en segundo curso. Ya en esos momentos me preguntó si al finalizar cuarto curso le podría dirigírselo sobre el tema de la adopción, puesto que, a pesar de tener un hijo biológico, era madre adoptante de dos niñas de origen chino, que ya eran adolescentes.



Esto nos hace ver que María era de edad mayor, pero con gran coraje y esfuerzo quería terminar los estudios de Magisterio, ya que, anteriormente, por responsabilidades familiares no pudo continuar con los estudios.

A partir de lo indicado, me ha parecido de interés abordar en esta ocasión cómo niños y niñas adoptados expresan cómo se sienten dentro de la familia a partir del dibujo, dado que en nuestro país se ha dado un salto importante en cuanto al número de adopciones. Se calcula que aproximadamente se han llevado a cabo unas cincuenta mil adopciones en la última década. Si a ello le añadimos que son muchos años trabajando con el dibujo de la familia en los centros de enseñanza, no era de extrañar que en algún momento me tropezara con dibujos de niños y niñas adoptados.

Y si hablamos de adopción, inevitablemente tenemos que consultar las obras del que creo que es la persona más formada sobre ello desde el punto de vista de la psicología. Me refiero a Jesús Palacios, que es catedrático de Psicología Evolutiva en la Universidad de Sevilla. A él acudiré en este artículo para recabar su autorizada opinión, puesto que mi faceta es la de la interpretación de los dibujos.

Ante todo hay que considerar que las familias adoptivas son muy diversas: familias biparentales y monoparentales, parejas heterosexuales y homosexuales (en nuestro país es legal el segundo caso indicado), con hijos biológicos previos o sin ellos, adoptantes de un solo niño o que adoptan más de uno, que lo hacen de bebés o de niños algo mayores, con problemáticas especiales o sin ellas… Todo esto hay que tenerlo en cuenta, puesto que habitualmente se tiene una idea un tanto simplificada o idealizada de la adopción.

De todos modos, tal como Palacios apunta, “aunque el número de quienes adoptan teniendo hijos biológicos ha crecido en los últimos años (estimándose en, aproximadamente, la cuarta parte de los adoptantes españoles), la mayoría llega a la adopción a través de la infertilidad”. Esto quiere decir que sin que la infertilidad en la pareja no estuviera presente, posiblemente, la adopción sería bastante más reducida de lo que hoy acontece.

Sobre el tema de la adopción hay bastantes ideas erróneas, como la creencia de que hay muchos bebés huérfanos que esperan ser adoptados, cuando, según Jesús Palacios, “la realidad es que quienes esperan ser adoptados tienen cierta edad, y casi en ningún caso llegan a la adopción a través de la orfandad, sino por la vía del abandono o el maltrato”.

De igual modo nos dice que “son mayoría los niños y niñas que han tenido alguna experiencia de maltrato (con predominio de la negligencia, pero con presencia de cualquier otro), y son mayoría los que han pasado por experiencias de institucionalización de mayor o menor duración y en condiciones de mejor o peor calidad”.

Lo que he indicado anteriormente nos conduce a erradicar la idea de que la vida de un niño o una niña adoptados parte de cero, ya que no es una página en blanco sobre la que se comienza a escribir la nueva historia de los padres y del hijo adoptado.

Hay que ser conscientes de que en este proceso se encuentra siempre el sentimiento de pérdida de quien ha sido adoptado, al tiempo que ha tenido que sufrir hasta que la adopción sea posible; sentimientos que están relacionados con la familia de origen, con la cual pudo o no haber convivido, a la cual pudo o no haber conocido, y de la que –de grado o, más habitualmente, por fuerza- ha sido separado.

Sin embargo, es frecuente que quienes adoptan crean que cuando reciben al niño o la niña que tanto desean comienzan desde cero, como si el cariño y la ilusión con que los reciben pudieran borrar lo que ha acontecido en la vida anterior de los pequeños. Por otro lado, y a lo largo de la convivencia, según Palacios, se dan casos de adoptantes “que tenían la expectativa de un cierto comportamiento, de una cierta relación de afecto, de una cierta vida familiar, pero se encuentran con la realidad de un nuevo hijo o hija y de una nueva vida familiar que puede distar poco o mucho de la imaginado”.

Por otro lado, a pesar de las dificultades y de los muchos interrogantes, puesto que también tendrán influencia el mayor o menor apoyo del entorno, “la vida familiar adoptiva transcurre por senderos muy parecidos a los de cualquier otra familia, con sus muchas alegrías y sus inevitables tensiones, con sus satisfacciones y sus frustraciones…”, nos apunta este gran psicólogo.

Con el fin de que conozcamos cómo representan sus familias algunos escolares que han sido adoptados, comienzo por el dibujo de una niña de origen chino de 10 años. En este caso, se trata de una familia monoparental, puesto que su madre de adopción no estaba casada.

Tal como la autora expresa por medio de la numeración, comenzó dibujando en la izquierda a su madre, para pasar, en segundo lugar, a ella misma, en el lado derecho. No obstante, su concepción de la familia se ampliaba con las dos hermanas de su madre -sus “titas”-, y las hijas de estas, que las había asumido como sus primas. Por el dibujo, se aprecia que la niña vive en un ambiente dichoso, sabiendo que es adoptada y siendo consciente de sus raíces.

Por otro lado llama la atención que todos los rostros fueran similares: ovalados, con dos circulitos para los ojos, sin nariz y bocas lineales sonrientes, como si la niña quisiera manifestar que todas las figuras femeninas se parecen a ella y entre sí.



Tal como nos dice Jesús Palacios, las familias adoptivas viven las alegrías y las tristezas de manera similar a las familias biológicas. Y entre esas tristezas se encuentran aquellas que se han separado o divorciado, dado que, necesariamente, este hecho repercute emocionalmente en los hijos, aunque posteriormente sea posible amortiguar el sentimiento de pérdida.

Es lo que le acontece a la autora del dibujo precedente, una niña de 8 años, que había sido adoptada por sus padres que tenían hijas biológicas mellizas. Lo cierto es que se produjo la separación y ella comenzó a trazar la figura de la madre, en el centro de la lámina. Después pasó a la del padre, pero, a continuación, la borró, como si ya no formara parte de la familia; en el lado izquierdo, algo distanciadas de ella a sus hermanas mellizas; pasó a trazarse a sí misma con su mascota; para finalizar con la casa, que sorprendentemente la llama “hotel”.



¿Cómo responde un chico o una chica cuando sus padres toman la decisión de aumentar la familia a través de la adopción de un nuevo hijo? ¿Se sentirán tan contentos o sus respuestas emocionales son de otra índole? En estos casos, es casi inevitable que surjan los celos, ya que habitualmente sienten que un “intruso” se ha incorporado a la familia. Esto es lo que expresa la autora anterior dibujo, una chica de 11 años, cuando en clase se les pidió que dibujaran la familia.

Como vemos, en el lado izquierdo de la lámina se encuentran su padre y su madre que tienen cogidos de la mano al niño que habían adoptado. La autora no se recata de poner claramente “hermano adoptado”, para que entendamos que, por un lado, están los hijos biológicos y, por otro, el que no lo es. Posteriormente, dibuja a sus dos hermanos y, en el extremo derecho, se traza a sí misma con un hipotético novio, de manera que debajo de ambos escribe “yo en el futuro”. En este caso se siente desplazada de la atención y del cariño de sus padres, manifestándolo, también, por la lejanía con respecto a sus padres y por el hecho de haber sido la última en representarse.



Por último, traigo el caso de un matrimonio que tenía tres hijas y decidieron llevar a cabo la adopción de dos niños. Lo cierto es que, curiosamente, adoptaron uno de raza negra y otro blanca, aunque el segundo tuviera la tez un tanto morena, pues era de origen latinoamericano.

Al llevar a cabo la investigación, se dio la circunstancia de que ambos se encontraban en el mismo centro, aunque en dos cursos distintos (2º y 5º de Primaria), pues uno tenía 8 años, el niño de raza negra, y el otro con 10 años.

Cuando el primero realizó el dibujo de la familia en la clase, inicialmente representó a sus padres adoptivos, en la izquierda de la lámina, para, a continuación, trazar una figura, coloreada con rotulador marrón, para sí mismo, lo que es manifestación de que se siente como el hijo preferido de la pareja, por la proximidad hacia ellos. Posteriormente, representó las figuras de dos hermanas; tras ellas, el otro hermano de adopción; vuelve con la tercera hermana; para cerrar, sorprendentemente, con el hermanito que habían tenido recientemente sus padres adoptivos.



Más tarde, recogí de la clase de quinto curso el dibujo del otro hermano adoptado. Y de nuevo, me encontré con otra representación un tanto curiosa, ya que el propio autor era el único que se había coloreado, dejando a los padres y al resto de los hermanos sin hacerlo.

Pero lo más llamativo es que al otro hermano de adopción le pinta de color negro la cara y las manos, al tiempo que los labios de color rojo, para que manifestar claramente que era de raza negra. Por otro lado, él se encuentra entre las figuras de sus padres adoptivos, al tiempo que a su padre, en este caso sí, lo representa sosteniendo al bebé que ha venido a incrementar el grupo familiar.

AURELIANO SÁINZ