“Aquí en el pueblo yo soy el que impone la ley”. Eso es lo que pensaban muchos alcaldes de nuestro país. Daba igual el color político. Ahora que ha salido de la cárcel Isabel Pantoja, ha venido a mi memoria la imagen de una compungida Maite Zaldívar entrando en la prisión, arropada por una atención mediática que yo no podía entender.
Estas dos mujeres son fruto de ese sistema que hemos vivido muchos años en el que los alcaldes, concejales, familiares y amigos de los mismos pensaban que nunca les iba a pasar nada. Se creían intocables y actuaban con una prepotencia desorbitada. No sintiendo que el que ocupa un cargo público es un servidor de la ciudadanía y debe desempeñar su trabajo con un respeto total a las normas legales y de convivencia, mirando por su pueblo o ciudad.
Ellos, sin embargo, lo que han hecho es expoliar a sus vecinos, destrozar sus municipios ahogándolos en deudas perpetuas y… robar, robar y robar. En las películas, por lo menos los sheriffs eran, en general, buenos; pero los sheriff-alcaldes que hemos tenido hasta ahora solo han buscado su propio beneficio, robando el dinero de un país que tiene una de las tasas de pobreza infantil más altas de Europa.
Yo sigo siendo una persona muy inocente. Sigo preguntándome para qué querrán tantísimo dinero y cómo se puede dormir por las noches sabiendo que hay gente a la que se le ha dicho que se apriete el cinturón: jubilados pagando las medicinas y que, con el pago de factura de la luz, apenas llegan a fin de mes; jóvenes brillantes sin empleo, niños que comen una vez al día, etcétera.
Por eso pido a los nuevos partidos y a los antiguos que vayan a gobernar dos cosas: que los sheriffs fueran de la ley desaparezcan, y que hagan auditorías en los ayuntamientos a los que accedan para recuperar el dinero que nos han robado. Nos lo deben. Quizás necesitemos la ayuda de Los Siete Magníficos para echar a los malos del pueblo…
Estas dos mujeres son fruto de ese sistema que hemos vivido muchos años en el que los alcaldes, concejales, familiares y amigos de los mismos pensaban que nunca les iba a pasar nada. Se creían intocables y actuaban con una prepotencia desorbitada. No sintiendo que el que ocupa un cargo público es un servidor de la ciudadanía y debe desempeñar su trabajo con un respeto total a las normas legales y de convivencia, mirando por su pueblo o ciudad.
Ellos, sin embargo, lo que han hecho es expoliar a sus vecinos, destrozar sus municipios ahogándolos en deudas perpetuas y… robar, robar y robar. En las películas, por lo menos los sheriffs eran, en general, buenos; pero los sheriff-alcaldes que hemos tenido hasta ahora solo han buscado su propio beneficio, robando el dinero de un país que tiene una de las tasas de pobreza infantil más altas de Europa.
Yo sigo siendo una persona muy inocente. Sigo preguntándome para qué querrán tantísimo dinero y cómo se puede dormir por las noches sabiendo que hay gente a la que se le ha dicho que se apriete el cinturón: jubilados pagando las medicinas y que, con el pago de factura de la luz, apenas llegan a fin de mes; jóvenes brillantes sin empleo, niños que comen una vez al día, etcétera.
Por eso pido a los nuevos partidos y a los antiguos que vayan a gobernar dos cosas: que los sheriffs fueran de la ley desaparezcan, y que hagan auditorías en los ayuntamientos a los que accedan para recuperar el dinero que nos han robado. Nos lo deben. Quizás necesitemos la ayuda de Los Siete Magníficos para echar a los malos del pueblo…
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ
