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Melodía de Obvlco (XI)

Porcuna Digital lanza la hoy la undécima entrega de la novela del escritor porcunense, Luis Emilio Vallejo, Melodía de Obulco: el juego de las Muñecas Rusas. El inspector Brown viaja a la Porcuna de los íberos para resolver el caso de un asesinato. Disfruta del capítulo veinte y veintiuno de esta historia que hará las delicias de los lectores de este periódico.

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Capítulo 20: Madrid y el Comisario Emilio

Había recibido el día de antes la llamada urgente (Larosá, su voz por el hueco de la escalera, asomada) del Ministerio, tramitada a través del cuartel de la guardia civil del pueblo. El comandante de puesto Indalecio, citándolo para las diez: llamarían desde Madrid de la subdirección general de la policía. El inspector general de lucha antiterrorista, su jefe, el Sr. Emilio Salgado lo encañonó con las primeras tres sílabas: “¡Co–ño–qué haces ahí sin nada en los bolsillos! Vente para acá que los topos nos han remitido algo importante”.

Había viajado muy cerca del cristal, junto a Anita Pérez, viendo cambiar el paisaje; luego desde el tren, intentando retener cada olivo, cada leve montecillo, agrandando el espacio temporal, posponiendo su llegada a Madrid.

En la puerta de su casa, horas después, lo esperaba un coche oficial, con Emilio Salgado en su interior, fumando su puro.

—Brown la cosa está jodida muy mucho. Este asunto está “fuera de…” off the record…–Chupaba y babeaba el puro, asomando a través de su sonrisa sus dientes amarillos como el marfil de los cristos góticos –Los topos han hablado… ¿qué topos van a ser? los nuestros, los infiltrados en la banda, joder, la cosa es jodida, se han vuelto locos en la cúpula, andan como fuera de sí, han decidido joderlo todo, y mira que por nada, total un indocumentado que se carga a uno de ellos, pillado a su vez jodiendo a un concejalucho de nada; total uno que se ha tomado la justicia divina, al que a su vez tenemos que identificar y detener y entrullar. ¡Joder con la democracia!, si me lo dicen que era esto me meto a cura, no tenía que haber abandonado el Seminario de Burgos. Joder ¡qué metedura de pata! Mira Brown nos conocemos hace un güevo, la hemos pasado putas hasta llegar a la silla con muelle, pero ahora mira por donde hay unos de la cúpula que dicen que al Caín hay que buscarlo y ajusticiarlo, que a ver si la poli lo va a pillar y encima le hacen un homenaje y lo santifican, que al Caín hay que cargárselo. “Asíesque” hay varios comandos buscando; es decir, están ellos y nosotros, es decir estás tú y tus vacaciones andaluzas. A ver, no entiendo ¿Por qué dices que puede ser ese del catálogo? Qué tiene que ver ese más que otros que estaban en la cafetería Olimpia aquella mañana, que hemos ido localizando y además están los otros, a los que no hemos podido ni saber quiénes eran, que ni dejaron huella dactilar, ni bolsos, ni documentaciones en la estampida ni nada… ¿por qué va a ser ese y a lo mejor no otro que no hemos localizado y hablado con él?

El coche veloz frenó con suavidad pero no evitó el golpe lateral de la cabeza de Brown contra el cristal de la ventanilla. Se apeó. El coche prosiguió, veloz como una serpiente, siseando entre el tráfico iracundo de Madrid. Tres frases flotaban en su mente:

—Te recuerdo, Brown, solo eso: Ándate muy fino con esto…

— ¿Con quién? ¿Contigo o con ellos?

— ¡Vete a la mierda Brown! Nos vemos en comisaría. Dúchate y te lavas los güevos otra vez.

Entró en una cafetería. La radio. Buscó la cercanía, el susurro de interferencia, la irregularidad de las ondas, el crema de la pantalla de esa radio acartonada de los años 50, que sobrevivía gracias al dueño del bar, frente a los modernos equipos en torre, negros, como pájaros de mal augurio, con sus altavoces invadiendo las esquinas, su perfección vocal, su estruendo estéreo de cinematógrafo: “El presidente del Partido Popular, Manuel Fraga, afirmó ayer que unas nuevas conversaciones entre el Gobierno y la organización terrorista supondrían la "ruptura del Estado de derecho"… El Gobierno sólo conversaría después de un largo período sin atentados…” Pagó. Salió. Anduvo por Madrid hasta la Comisaría.

Llegó y lanzó el taco de cuartillas sobre la mesa de su despacho para olvidarlo, pero con la cabeza un poco trastornada con tanta información sin digerir… Horas después –pensó–tendría que leerlo enterito, pero, claro, en vacaciones; es decir, nunca, ¿y tiene él de eso? Horas después entre los informes de su mesa el taco mecanografiado le estorbó. Lo miró, sonrió, lo lanzó a medio metro, un vuelo de tórtola con perdigonada, sobre uno de los estantes grises, metálicos, donde una bandada de informes encarpetados arrullaba su eternidad descompuesta. Le mandaría confeccionar, no obstante, un informe a la becaria sobre el libro, así la tendría ocupada y lejos de su sombra. Cosa que haría eficientemente días después cuando Ángela llamó a su puerta con los ojos desenfocados: aquel librito estaba lleno de “sacrificios humanos”, ojo, ella, hija de chacinero, sabía lo que Alfred expresaba, ojo, sacrificios muy bien descritos, demasiado detallados… “déjame de chorradas Ángela, no estoy para peliculitas ni nada por el estilo, joder.”

La radio tenía interferencias. Levantó aún más la antena telescópica, la pegó contra la pared porque pensó que así haría “masa” con el edificio. Recordó aquellas radios de antes y ese mismo sonido irregular, como de gramófono con discos de pizarra destrozados que parecían aún más encerrar en su caja las voces de los cantantes, Marchena, como si la voz estuviera amordazada.

Martes 8 agosto. (Un sonido de orillo, alguien que cierra un bocadillo y lo envuelve): Más de 100.000 mineros siberianos desafían a Gorbachov con la huelga.” (Agua y el mar, de fondo: tu cuerpo desnudo por dentro Georgina)(Un chasquido mientras sales del agua (y piensas que el mar por ti pasa) (y te sala como un bacalao) (una imagen que se ha fabricado) miles de veces), (miles de veces)” (repetidas veces al verte) “(verte y no verte). (Salir de las olas) (Sola y calmada). (Casi sumida) (Sumida en un abandono) (De agotamientos) Mijail Shadov, fracasó el domingo en su intento negociador”. (Hasta llegar caminando, pesada, Georgina, hasta la toalla).

“El Gobierno sólo aceptaría hablar con los terroristas tras una larga tregua” (…la sombra de aquella toalla) (Soportándote esa toalla) (Dejándote pasar muy triste, la toalla) (Por no haberte contemplado por dentro como eres) (Tan bella como serás), (como eres realmente sin el bañador) (abrazarte como lo han hecho otros) (esperaba que llegaras y te desnudaras sin pudor) (el amor) (le hicieras lento el amor) (primero las piernas dulces), (los tobillos, el sexo) (luego la zona del ombligo, el canal entre tus senos). (…tu pecho excitado por ella) (De pronto sientes esa urgencia) (De que alguien te ame) (Que no sea esta seda de la toalla) (Alcanzas y ves cómo se metamorfosea). (…y esa toalla que, piensas, la cubre desnuda a ella), (esa misma la tienes ahora tu) (…un poco mojada aún por su cuerpo, sus flujos…Georgina como me pones Georgina, tu garganta suave...)

Capítulo 21: El manuscrito de Alfred

Tras el almuerzo, regresó inmune a su corral de cochino, su “cucarachera.” Pero, allí, inmune por ahora a las llamadas telefónicas, a la presencia de sus compañeros, permaneció observando los estantes, la mesa con los restos de ceniza, aquella papelera de hierro trenzado sin papeles, el enlosado de terrazo sanguinolento donde los fragmentos amalgamados de mármol, componían inverosímiles batallas de cuerpos desnudos, otras veces de nevados paisajes. Miró otra vez el taco de cuartillas de Alfred; otra vez en el filo, en la esquina de la mesa de su despacho, devuelta por Nuria ¿se lo habrá leído ya? Accionó la radio, abrió el mamotreto aquel grapado burdamente, manoseado por él mismo en la última semana. Lo olió y comprobó ese aroma femenino, determinada crema. Nuria usa crema de Avón. Sí que lo ha leído. Pasó el pulgar, abrió en acordeón, olió. Un perfume intenso, mezclado con el olor a papel de calco azul, a cuartilla, un olor a mujer, a hembra, a perfume, a vendedora de Avon. Siempre le habían encantado las vendedoras de Avon, con sus faldas cortas plisadas, azules, sus chaquetas, aquellas maletas azules como neceseres que llevaban. Su mujer (ex) las hacía pasar. Abrían la maletita sobre el sofá, aquellas mujeres tan bien peinadas y olorosas y apetecibles, oliendo siempre a bizcocho, a dulce, a este mismo aroma que él acariciaba ahora. Pero qué buenas están las vendedoras de Avon, madres ocupadas, mujeres con experiencia…, intentando vender, en el piso de la vecina, con el marido de la vecina. Mi mujer no está, pero entra, anda, entra… Tenía abierto el libro otra vez, “GRIFOMAQUIA”, leyó, cuando en sí lo iba, otra vez, a lanzar, a hacer volar como paloma alicorta, al estante de al lado,…pero aquel perfume…, aquella lectura lo podría salvar unos minutos de aquel otro recuerdo nasal, próximo, esa misma mañana de los puros de Emilio, de aquellas palabras suyas en el coche oficial…

Leyó: Gripho o Grifo: Un animal que tiene cabeza de águila y cuerpo de león te coge y se apropia de ti, a veces tiene alas y vuela y consigue cogerte y subir tu cuerpo agonizante hasta lo alto de una cima y allí intenta despedazarse y comerte, tragar todas tus tripas, abrir tu cuerpo con sus garras duras de águila–león.

“En la noche oscura el alma repleta del fulgor elevó la luz de las antorchas, los cabellos quemados al viento…
… ¡Oh tú, sacerdote! ahora, rey de los míos, por tu voluntad hemos enfadado a los dioses padres, ofendiendo su memoria”

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Abrió los ojos aún más. Aquel texto le había dado las claves. Alfred hablaba en clave: el sacerdote era el señor Vallejo, el malo… claro…Pensó ahora en Georgina, tenía que hablar con ella de nuevo. Subió el volumen de la radio, era su hora, nuestra hora –pensó–. Sacó la libreta larga y esperó la señal horaria, buscó el bolígrafo y esperó.

“El director general de la Policía insistió ayer en estas ideas, en Santander (donde asiste a un curso de la universidad Menéndez Pelayo): "Si dejan de matar volveremos al primer planteamiento", a la posibilidad de dialogar. (Tenía que ver a Georgina)(Aquí hay algo más).

Apagó el cigarro. Se sirvió un vaso de Four Roses, hasta que la sintonía” surgió mágica otra vez, tras el descanso publicitario. “…la necesidad de buscar una salida dialogada, frente a quienes, estiman que la única forma para lograr conversar con el Gobierno es "zurrar más fuerte"… (Tenía que ver a Georgina lo antes posible. zurrar más fuerte… zurrar…

LUIS EMILIO VALLEJO
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