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Melodía de Obvlco (VII)

Porcuna Digital lanza la hoy la séptima entrega de la novela del escritor porcunense, Luis Emilio Vallejo, Melodía de Obulco: el juego de las Muñecas Rusas. El inspector Brown viaja a la Porcuna de los íberos para resolver el caso de un asesinato. Disfruta de los capítulos trece, catorce y quince de esta historia que hará las delicias de los lectores de este periódico.

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Capítulo 13: Tiempo presente, tiempo pasado

Desde hacía seis meses, el inspector Brown, dormía en el piso de Antonio Salas y Juan Ordóñez, compañeros solteros, polis en prácticas. Fue trasladando poco a poco su ropa, sus enseres necesarios. Todo había acabado con Claudia. Siete años, dos hijas. El lógico intervalo de una relación. Conocimiento, enamoramiento, casamiento, procreación y muerte del ideal. La separación fue de mutuo acuerdo. Las causas–efecto: la vida, dos vidas que se hacen de residuos, de repeticiones, de olas idénticas que equivocan su curso continuamente; que revuelven los destinos independientes, los días llenos de pequeñas sombras. Hasta que la marea se lleva los pensamientos y el tiempo se encarga de desgarrar los troncos del varadero.

Brown se sintió perdido durante los meses de aquel proceso doloroso; es decir el de los papeles, el de determinar en qué momento se van a separar unas vidas que sin embargo han quedado atrapadas para siempre por las dos niñas, mitad por mitad. Qué régimen de visitas se iban a establecer con las menores, qué pensión tendría que pasar él, de qué modo seguiría viendo a sus hijas para sentirlas como eran; no unas desconocidas, no presencias puntuales ciertos fines de semana.

Pensó en la paternidad compartida. Lo planteó en una de las reuniones con el abogado. Claudia comprendió. Pero un policía que nunca estaba, ni cuando tenía que estar, que no había aparecido ni por el hospital cada vez que había sido padre, que no podría ni siquiera mantener la promesa de una visita unas horas, tener a sus hijas un día de fin de semana. Porque acabaría entendiendo que siempre el Estado, siempre los casos, siempre los viajes, siempre los destinos inciertos estarían por delante de su vida.

Y en esto estaba, recordó estremecido, cuando lo llamaron aquella mañana, aquel día de descanso, en aquel piso compartido, con la urgencia del doble crimen del Olimpia.

Abrió ahora los postigos de la fonda La Espera, traspuesto, Anita Pérez se había ido a las siete de la mañana ¿Qué hora sería? Miró su reloj technos. Se había quedado dormido, ¡¡las diez, hostia!! Elevó la mirada y al hacerlo, descubrió las pinturas del techo en blanco y negro, aquel paisaje agrisado, la artística decoración de la pensión, y fue entonces cuando tomó consciencia de su situación concreta, recordó los ojos de Anita, su cuerpo tumbado, laxo, como los muertos de los depósitos de cadáveres; él, ahora, en calzoncillos, bocarriba mirando fijamente el techo.

Saltó y entreabrió de un manotazo la puertezuela del balcón a la vez que los duros golpes sobre la madera de la puerta de su habitación, las voces de “Larosá”, lo despertaron aún más. Eclosionó, trasvasó los sucesivos cascarones, aquellas capas interminables, ese otro sueño profundo real de su separación, el recuerdo de sus hijas, aquel asesino del Olimpia, sueño dentro de otro sueño; como si esos días no hubieran sido más que la pesadilla sucesiva del juego de muñecas rusas.

—Lo llaman de Baza una tal Nuria… -La voz de Larosá alejándose, bajando las escaleras, lejana en la pieza de abajo, a pie del teléfono, colgado de la pared, con el cable y el auricular descansando sobre el sillón de mimbre, las gatas maulladoras alrededor de Larosá espantando con su mano las primeras moscas lentas madrugadoras “¡¡miraquécoño de moscas yamismo-echo-el-flick,…putonasgatas…!!”

En efecto era Nuria, se iba directamente hacia Madrid. El comisario Emilio la requería. La banda terrorista había hecho circular un busca y captura; en definitiva ponía precio a la cabeza de Eugenio.

La radio en la fonda La Espera, magullando, estrangulando, filtrándose por la resina de su mirada. “Seis siglos de honor serbio.” Sus ojos resbalando por las agujas de su barba. “En el día de San Vito, el 28 de junio, de 1389, la mayor batalla jamás librada entre el cristianismo y el islam tuvo lugar en Kosovo, al sur de Serbia.” Me van a contar una batallita ahora a estas horas de la mañana. “Los victoriosos fueron los turcos islámicos…”, los buenos claro “… que se lanzaron a conquistar la mayor parte del sur de Centroeuropa hasta llegar a las puertas de Viena…” Mozart antes de nacer de ser tirado a la fosa común. “…Los perdedores de Kosovo fueron los serbios, cuyo imperio medieval está ahora hundido y absorbido por Yugoslavia….” Y ahora dirán por qué llevamos aguantando un siglo a los balcánicos… ”Durante cinco siglos, bajo la dominación turca, los serbios jamás olvidaron…” damnatio memoriae se decía “…la batalla de Kosovo Polje…” el campo de pájaros negros las hurracas siempre a la espera. “…Los poetas la cantaron…”, coño claro, lo chupópteros de siempre los pintores los paniaguados y los perdíos escultores recordaron sus aspectos de valor y tragedia, ¿dónde estarán los historiadores? “…los sacerdotes oraron por los caídos…”, ah bueno estos son, estos son. “Cuando los serbios recuperaron Kosovo de los turcos, en 1912, su ejército se arrodilló y besó este suelo sagrado…” Joder esto es memoria, esto es una buena labor de historiadores o de los cerdotes, sacerdotes…

PARECE COMO si la historia tuviera siempre razón la historia inventada, la que deja rastros a conveniencia, los catalanes, los vascos… ¡¡coño!! Estos andaluces eso es lo que persiguen, inventarse otro lío para justificarse, un lío histórico: Los iberos… Pero Anita es mejicana. Dentro de nada dirán que no son españoles que son iberos, ¿como era…? túrdulos… joder la que se va a liar si Anita and Company prosperan en sus teorías: segadores de Obulco con las hoces pidiendo independencia…

“Ahora, en el sexto centenario del día más importante en su historia…”, …la historia los historiadores, menudo negocio de las mafias… “los serbios acuden desde todo el mundo no sólo para honrar a sus héroes muertos…”, héroes hace mil años muertos, historia… “Sino para reafirmar sus demandas sobre este sitio sagrado”, Cerrillo Blanco: “sitio sagrado”, la que están organizando esta panda… “ante los militantes islámicos”, y yo sin enterarme… “que una vez más quieren el triunfo en Kosovo”,…u Obulco, Obolcón, Bulkuna, Ibolca…. “Los Albaneses”, tengo que bajar… “que florecieron bajo el dominio turco y se extendieron” tengo que bajar ya a las ruinas romanas de Obulco “…hacia el territorio serbio” territorio, prospectar, yacimiento, patria, todo me suena a los mismo… “son ahora una gran mayoría en Kosovo. Muchos desean unificarse con Albania.”

Eso es, aquí está la clave: La puñetera historia, sacada de debajo de la tierra que haga saber a todos la disponibilidad de la leyenda sobre el derecho de todos; y qué más da si todo ha ocurrido hace miles de años…

“Defensores de Europa…” Te estás volviendo loco Brown: Semen retestum malum est. Pero también eyaculatio precox y asiduamente…, lo decían los curas, malísimo para todo… te vuelve gilipoyas total…

“Los militantes serbios, bajo su líder comunista Slobodan Milosevic, se ven a sí mismos como defensores no sólo de su nación, sino de la herencia cristiana de Europa…” Joder hasta al papa lo han metido "En Kosovo, hace 600 años, comenzó a librarse la batalla por Europa, afirmaba uno de los periódicos de Belgrado dominados por Milosevic.” Pero qué cabezas más desgraciás, tanto estudiar pa ná.

Capítulo 14: Los destinos inciertos que se bifurcan

La radio hablaba sola. Llegó, desconectó la radio. Había subido a su habitación de nuevo, tras hablar con Nuria por teléfono, contemplando el arco perfecto de los gatos mientras lo perseguían, aquel arco de los lomos de aquellos hermosos gatos, blancos y negros, hermosos felinos ronroneadores y oscilantes, suaves como plumas de ganso.
Encontró otra vez aquellos papeles desparramados de Alfred, los ordenó. Había dormido al menos dos horas. Ordenó. Una miradita más y me bajo al yacimiento.

“CANTO I
Que todo el exterminio de tu simiente te aplaste a ti, sacerdote, que indagaste buscando la tierra de mis antepasados, profanador de huesos que al sol relumbran aún sobre la pira que no conocieron.”

Le sonaban aquellas frases a algo más que a un sueño heroico de poeta, eran duras, como si a alguien le estuvieran previniendo de una sospecha real, como si aquel sacerdote no hubiera sido el de hace dos mil quinientos años, sino alguien de ahora mismito… vivo y coleando.

“Oh yo, Ridelcos, de la saga principesca de los Túrdulos, hijo de Egotugi, cruelísimo con sus enemigos. Condeno tu sagrada llama en la cual te consumes para siempre, a no sentir la paz del león que sobre tu tumba guarde tu desdicha, que mantiene mi fiero deseo que sobre ti y los tuyos ha caído, …. Yo, pastor ciego de peñas olvidado de las divinidades celestes.”

Bueno –pensó–: mente calenturienta la mía después de todo. Este Alfred se me queda corto: para obtuso un inspector de policía, echo polvo y arrinconado por todas partes… yo mimo coño¡¡

“Yo, que fui príncipe amado de la tierra suave, ondulada y rica de Ipolca. De mis labios al plomo insuflo la vida que no existe, canto al dolor, al recuerdo que no me pertenece, que es vuestro, que no me ha sido recompensado con creces de mi vejez, sino agravio de las manos que tiemblan buscando tinieblas, … esa blanca tierra sagrada del túmulo profanado por ti –¡ Oh Gotelcos ¡ –de mis antepasados, o la suave lana de las ovejas, … y sin embargo encuentro el frío contrapelo de la cabra y el escozor de la zarza y no la miel del vino escanciado, … vinagre mis labios, saliva del mar salado en que este río tornó su cauce.”

Menudo lio de palabras… me voy donde sea ya…- Brown de un salto buscando la calle por la puerta de la Fonda La Espera, despidiéndose de Larosá entre un olor fulminante de matamoscas…

Las doce. !!Hostias¡¡ Se dejó caer hacia abajo por aquella ciudad derramada desde su altura. Buscó la excavación de la Calderona. Llegó casi por instinto al primer corte de la excavación, situado junto a la calle camino de San Marcos, donde, dos montañitas de tierra sobrante, como los pechos de mujeres enterradas, gigantes amazonas, dormían arrimadas al corte arqueológico rectangular, perfecto, lugar geométrico acotado con clavos de hierro unidos por cuerdecitas de plástico naranja. La arqueóloga, Berta, allí vigilante, con su enorme sombrero, su camisa de tirantes, sus pantalones vaqueros cortados a medio muslo, deshilachados y sus botas pardas, dirigía el corte junto a dos obreros agachados, con sus sombreros de paja, sus camisas desabrochadas a cuadros, sus pantalones marfil, sus azadones, sus espuertas mantenidas entre sus pies, cargando tierra sobrante; aquellos dos muros perpendiculares el uno del otro, que sobresalían de pronto de las entrañas de la tierra, como un milagro, entre la perfección del corte vertical de las paredes de tierra del cubículo rectangular; aquellas piedras formando muros gruesos, las bolsitas llenas de cosas dentro de cajas de fruta verdes y amarillas, la libreta a un lado abandonada con las anotaciones del diario, la tablilla con el papel milimetrado, el dibujo inacabado a escala de los muros…

El pequeño auricular en la oreja de Brown, como un moscardón delirante, conectado al transistor metido en el bolsillo de su cazadora vaquera. La voz, ahora sí de Georgina: “30 de Julio. El Consejo de Ministros aprobará hoy, casi con toda seguridad, una subida en el precio de las gasolinas que será de cinco pesetas para la súper y de cinco o seis para la normal por litro. Titulares: Rodríguez Sahagún estrena la alcaldía de Madrid con buenas intenciones…”

Saludó, se descolgó aquel auricular, escuchó la voz de Berta, la arqueóloga, sus explicaciones sobre aquel corte que en sí no era más que la constatación de que la zona estaba ocupada por un barrio de agricultores donde sin embargo, le indicó, habían localizado aquella gran obra pública imponente: “Sí mire aquella oquedad” junto al sector excavado: un aljibe romano de grandes proporciones. Pero el Director estaba más arriba, en el sector noble de la ciudad romana de Obvlco, junto a la Iglesia de San Benito: “Suba de nuevo y al final del camino se encontrará la Iglesia y al lado el nuevo sector excavado de La Casa de Las Columnas”. ¿Y Anita –pensó Brown- estará aún prospectando en Cantarero…?

Capítulo 15: La ciudad sumergida de Obvlco

Brown subiendo por la calle camino de San Marcos: Un clamor, una voz en el vientecillo inexistente por el horizonte de la ciudad:

“Canto la voz de la piedra que descansa dormida, en la cantera y guarda el silbido de la música del cincel, del árbol que deja sus ramas desnudas y da el alma al fuego, del barro blando por el agua, que suave por las manos y los dedos, apretado, se torna en vida… Oh seres irreales de mi sueño, eternos antepasados, tierra por vosotros convertida en cuna de príncipes cruelísimos, bellos, melenudos, dominadores de razas, sacrificios os hacen las divinidades de la tierra donde la sangre corre y se mezcla con el aire y queda quieta sobre los cuencos de las sacerdotisas que luego los heraldos a los vientos comunican…” Aquella voz en off de Alfred, su texto leído horas antes…

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Miró aquellas piedras revueltas, volteadas por los operarios, sacadas, inservibles, desmoronadas rebosadas alrededor de la muralla perimetral de la ciudad romana, aquella tierra llevada, trasladada por los carrillos de mano chirriantes de los operarios, dejadas rodar, aquel montón de ripios, restos del abandono milenario…, buscó al señor Vallejo de entre la masa de los trabajadores, lo vio alzándose con su sombrero, señalar y señalar con insistencia a dos estudiantes algo…

Otra vez Alfred:

“Yo, que la cara luz me niega la aurora en su alba infinita, presiento el frío de las encinas, a la sombra contemplo fieras escenas del pasado, pastor escondido de peñas olvidado, grandes moles que se desprenden del acantilado y que de improviso tornan el terror del cataclismo en paz absoluta.”

La buscó con la mirada (¿Anita?), hasta que sus ojos, allá abajo, por el fondo del valle llegaron a la otra lejana excavación del oppidum de Alcores, la ciudad de los Túrdulos de Ipolca, donde, en la falda de su cerro amesetado, leves cuerpos subían y bajaban, apenas unas manchas (¿Anita?) claras de camisas remangadas y sombreros de paja, como hormigas sumisas, recomponiendo el hormiguero de los antepasados sin descanso, sobre sus botas altas y marrones, sus botijos sedientos y sudorosos, beodos de anís, fríos de muerte antigua… buscó su figura (¡¡Anita!!) de entre todos, aquella figura que deseaba contornear con su mirada, aquel cuerpo recortado con su camisa de tirantes roja, sus vaqueros deshilachados muy cortos muy cortos, aquellos calcetines blancos sobresalientes de sus botas de campo empañadas de tierra nueva: Anita Pérez. El susurro de la historia, la voz de Alfred recitando a lo Alberti aquellos versos:

“Dime luna, dime sol, ¡Oh Elios que todo lo transportas! Sol que desapareces en tu carro coronado y todos los oráculos dicen que de tu vuelta incierta suspiran las vírgenes que te ofrecemos,… sacrificios de la oveja nacida en la luna llena.”

Y desde su posición en la colina, aquel horizonte recortado sobre un mar de trigo segado con potentes cosechadoras, los llanos de Pezcolar, sobre aquel otro mar embravecido de los pueblos circundantes, navegando en su mar blanco como buques derrotados en el pasado de su historia, dormidos, esperando a aquellos intrépidos arqueólogos para ser desvestidos como princesas; una corte de buscadores de tesoros, dispuestos a venderse al mejor postor…

“… ¡Oh, tú, mundo! que sin amanecer, en mí prosigues tu fulgor sobre todo lo que contemplas. ¡Oh rayo divino del grano y la vida! que tu luna haga descansar la luz amarilla que por la psique amamanta malvados conjuros, presencias antiguas.”

Los labios de la tierra, engullendo de nuevo su mirada, mientras por detrás una voz lo sacudió, era el señor Vallejo, silabeando, su nombre por detrás deletreado: “se–ñor–bra–ummm…”

Y una leve sospecha, sobre los versos de Alfred:

“…¡Oh tú, Gotelcos! , maldito seas que osaste destruir mi estirpe para hacer brotar la tuya (como el pájaro ladrón que deposita sus huevos en el nido ajeno y ve crecer su prole monstruosa), más no mi memoria, estirpe eterna, escondida en la entrañas de la tierra, para ser despertada para el infinito, ser mirada, admirada, no por mis ojos, ni los de tus sierpes, no por mis manos, que surcaron sus tibias superficies leves cual la piel del recién nacido, finamente pulidas por el escultor, cálidas cual la lengua del toro…, las entrañas de los sacrificios.”

El Sr. Vallejo palmeándole la espalda, con fuerza, sucio de día, de fatigas, de órdenes y contraordenes. Tenían que parar a cada momento, cada grupo de trabajadores, dirigido por dos estudiantes de historia, lo requerían a cada instante; porque había que tener mucho cuidado a la hora de sacar cualquier indicio, que de ser una prueba válida, podría pasar a no servir si no se extraía adecuadamente y era documentada inmediatamente…

—No le dejan ni un minuto…

—…pero no por nada, sino porque ¡¡no saben…!! Simplemente no saben, y me tienen cabreado… hasta los güevos… señor Bra–ummm…

“…¡Oh sí! algún día serán para siempre abiertas sus luces, contemplada, recordada su verdad sin palabras.”

—Mire, venga para acá, verá lo que le he dicho, Braumm…

El Sr. Vallejo con el brazo sobre la nuca de Brown, obligándolo a caminar, como novios convictos, como camaradas antiguos, siendo mirados por todos los que se sienten observados por el jefe y observadores de todo…

—Ahí viene,…. Ahí vienen –aquel murmullo de los peones más agachados, más dispuestos, más esforzados en su fatigada obstinación, sin entender bien por qué a cada paso aquellos muchachos hacían que parasen precipitadamente, alzasen la mano, gritaran pidiendo ayuda, llegara el señor Vallejo y comenzara una salmodia incomprensible de palabras, agresivas, o suaves otras veces…

“…¡Oh esculturas de mis antepasados¡, suavemente modeladas en el barro negro de Ipolca, que pasadas a la piedra blanca como el mármol lejano tornaba en vida aquella veste triunfadora y sanguinaria de mis padres y abuelos, dominadores sin piedad, nietos de aquellos seres mortíferos con la honda; del cobre, del bronce primeros, hacedores de murallas sólidas como montañas, señores de señores, trituradores de cráneos, feroces entre feroces que, al suave canto del viento agitado por los metales, imponían el compás de los tambores, de las picas que al viento hieren y al fuego ablandan, porque la vida que por ellos transcurrió, en desgracia brilla ahora.”

—Esto es como como si la tierra pudiera hablarles, como si le preguntaran cosas señor Vallejo…

—Verdaderamente lo hace, créame señor Bra–um: cada trozo de piedra, cada cerámica, cada escultura rota nos da la posición relativa con respecto al absoluto de la secuenciación del yacimiento…

“Y yo que fui Príncipe a la muerte de mi padre, puse límite al olvido de los muertos, retornando a su esplendor el túmulo blanco bañado por la miel del muro sagrado de grandes piedras recompuesto, que por el sol, hería las miradas con el brillo del oro y la plata incrustados, … ¡ Oh suave montaña sagrada ¡ que como gavilán planea y se avista desde todos los lugares, para siempre presente en memoria, maravilla de caminantes, que buscan el mar cargados del plomo y el oro, y la cara plata, del cereal que cruje en los serones…”

Miró el fondo del valle hacia Alcores. Anita estaba allí…la de camisa roja.

—Pero a Alfred también le hablan estos socavones… —Por favor señor Bra–ummm… –rugió el Sr. Vallejo– que uno sueñe y escriba poesías bonitas no quiere decir que esa verdad no vaya a ser útil: pero la historia es otra cosa, lo científico es nuestra metodología, nuestro método es la arqueología…

—Algo de verdad hay en lo que escribe… Alfred…

—Un momento… ¿no le habrá dado sus escritos…? ¡Júa júa juá! …pero si eso es lo que hace con todos, para deslumbrarlos. No me esperaba que a usted también…

—A mí me gustan las palabras, las historias bien escritas. Sobre todo escucharlas. Pero obviamente, como sabrá señor Vallejo, sé y conozco lo que es un caso real, y sé diferenciar un poema de un informe…

—Efectivamente usted lo sabe mejor que yo. Todo depende de la pulcritud de la metodología y su capacidad investigadora para que cualquier caso quede resuelto. ¡¡Claro…. Por la cuenta que le trae…!!!–lo giró, lo agarró de los hombros con sus enormes manos huesudas, miró a Brown de frente: Bueno, ahora voy a bajar a Cerrillo Blanco. Venga, Bra–um, y le mostraré un túmulo funerario en plena ebullición. Luego iremos al corte de Alcores: Ya verá “canela fina” la fase del tercer milenio antes de Cristo…

Bajaron. Land rover. Cerrillo Blanco, aquella palabra con otra palabra. Un diminutivo con un adjetivo: Blanco. Encontró a toda aquella gente que conocería después por la noche, desmadrada en el Cantón, juerguista y dicharachera, buscando nocturnos los hilos del alcohol, el tabaco y el sexo oportuno… Allí estaban, sin embargo, reconcentrados, componiendo un grupo perfectamente ordenado e institucionalizado, marcial, una pirámide humana organizada: grupos de obreros con carrillo chirriantes en fila, grupos de estudiantes con las cajas de fruta llenas de bolsitas precintadas con inscripciones, camino del sombrajo de cañas, los land rover que llegaban, recogían las cajas, previamente inventariadas y se las llevaban a la nave de Santa Ana para ser limpiadas y dibujadas, clasificadas, fichadas. Una nube de seres, que como un ejército de hormigas, respondían a un orden perfecto.

Entonces fue cuando vieron salir, a ras de suelo, de una de las zanjas, la cabeza de Unghetti:

—Sr. Vallejo, vuelven a salir más fragmentos escultóricos calzando las tumbas iberas del siglo cuarto.

—Señor Bra–um, venga, que esto también es una investigación criminal en toda regla.

Llegaron presurosos, tropezando, subiendo y bajando pequeños montículos, zigzagueando por entre otros cortes, entre los carrillos de mano de chapa y ruedas chirriantes hasta lo insoportable, porque Brown aún no distinguía, aquello que luego pudo ver como una cavidad en el suelo, delimitada por una serie de piedras verticales, un suelo empedrado, una piedra a modo de columna central que sostenía otras piedras como techo, el cuerpo reclinado de Constantino Unghetti, menudo, con unos guantes, una brocha y una pequeña espátula, rodeado de un coro de ayudantes alrededor.

—Mire, asómense que estos también, al menos ella, sufrió lo suyo. Brown y Vallejo se agacharon, entornaron los ojos para ver en la sombra de abajo. Fue entonces cuando divisaron aquellos dos esqueletos tumbados y fríos y blancos y milenarios. —De cúbito supino derecho, orientación hacia el oeste. –Unghetti–

Miren la gran piedra de la derecha, está calzada por un fragmento escultórico.

—No vaya a llamar a la policía científica, Bra–um, que estos llevan 2500 años aquí quietecitos…muy quietecitos.

—Dormidos parecen. Les falta la almohada –Brown divertido... —Sí, los metían en posición fetal. –Constantino Unghetti.

—Sí, orientados los cráneos hacia el oeste, donde se pone el sol, magia pura. –el Sr. Vallejo. — ¿Y los vestían o los dejaban desnudos? –Brown. — ¿Ve usted este trozo de hierro? es una fíbula, un imperdible, del manto de lino con el que estaban vestidos. Mire le presento a Constantino Unghetti, nuestro hombre clave. Es el restaurador de las esculturas que sacamos en Cerrillo Blanco, destruidas con mala leche pero luego enterradas junto a las tumbas..., total un lio cojonudo…

—Bueno al menos el que le pone las lañas de hierro y les da forma- Constantino

—Él es escultor además. Sin su capacidad para volverle a dar vida a estas figuras destrozadas estaríamos totalmente anonadados y sin norte.

—Pero estos serían pobres porque aquí no hay nada más, no hay tesoro.

—Ajuares esta gente no tenían. Bastante ajuar es llevarse a la tumba a la parienta y romper las esculturas…

—Pero ella estaba muerta como él…

—Más bien no…., mire Sr. Bra–un –y bajó y cogió aquel cráneo blanco y menudo y lo subió y le dio la vuelta– ¿le sorprende ahora el dato?

—Ahora ya no, joder, qué hijodeperra.

—El murió de muerte natural –Unghetti aclarador- pero a ella no la dejaron que envejeciera…

—¡¡Estudiamos usted y yo las dos caras de una misma realidad señor Braumm…!!

—Bueno solo que usted, señor Vallejo, no tiene ya que meter en la cárcel y descubrir al que lo hizo.

—No se crea, no se crea… júa, júa, júa.- Vallejo cacareando divertido. Mientras se alejaban del túmulo aquel entre el tumulto humano y la voz de Costantino dirigiendo a sus obreros.

Antes de comer bajaron al yacimiento de Acores, el cerro amesetado, donde los land rover se disponían ya a ser cargados, dirección a la ciudad con los últimos trabajadores. Burguitos ordenaba las últimas cajas con Anita Pérez. El sol, aquel sol iluminó como soles el encuentro. El Sr. Vallejo llevó y trajo de zanja en zanja a Brown, como el agente inmobiliario muestra el piso al posible comprador. Brown asentía, mientras el último land rover los esperó con Anita y Burguitos. El rudo balanceo por la ladera del cerro amesetado, los vaivenes, los cuerpos mullidos por el verano, deseando llegar al agua, la ducha, la comida, aquella siesta agónica, descubrimiento de cuerpos, que aunque vencidos, se consumen y repiten lo ya repetido, el grito, el estertor, el agarrar al contrario para no caer en su balanceo, para no ser el primero, ser vencido por el otro, en no dejar de ser amado y amar hasta el caos y el agotamiento.

—Esta noche a las diez hay una conferencia, esa que se pospuso ayer, en La Píldora, es un casino de personas mayores, es decir de hombres muy hombres, del campo –Los ojos de Anita antes de bajarse del land rover, la comida colectiva del equipo, la siesta; luego la tarde calurosa en la nave de Santa Ana, lavando cerámica, dibujando perfiles con la diana, ese mundo de jóvenes que mezclan sus vidas con la inconsistente consistencia de no saber que años después añorarán precisamente, este verano, estas risas; la levedad del aire caro de la noche de verano; los grillos, una lluvia de grillos aquel verano y de nuevo La Redonda a las doce, la búsqueda de aquel horizonte, las palabras, siempre ellas mismas ahí, mirando el mar de trigos consumidos, la línea próxima del olivar inmenso y amenazador, como un tiburón que se los quiere tragar, a sus pies.

La Espera. La radio. La siesta. Anita Pérez. De pronto aquellas malditas palabras por la garganta deseable de Georgina:

“Radio Nacional de España. El Comisario Emilio insinúa ante el juez Garzón que revelará datos sobre la cúpula de los GAL.- la voz cansada de Georgina, pausada y difusa, con una textura distinta- Los policías procesados. Imedio y Mínguez rechazan las imputaciones de la Audiencia Nacional.

El comisario Emilio insinuó ayer en la declaración que prestó ante el juez Garzón la posibilidad de desvelar en el futuro la identidad de la cúpula de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL). Emilio responsabilizó a Garzón de su situación y dijo que caerá sobre la conciencia del juez la responsabilidad de su futuro…”

¡¡Hotias!! Si Emilio habla, lo hará cuando vea todo definitivamente perdido…

…Una leve pausa, respiraciones y más respiraciones… Georgina y Brown ahogados en el mismo mar de presentimientos: “Próximo juicio. Es previsible que el juicio correspondiente pueda celebrarse después del verano, aunque no se puede precisar con exactitud el mes.” Caliente caliente la cosa está que arde. Septiembre será el fin para Emilio y el resto ¿el resto?

LUIS EMILIO VALLEJO

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