Cierro esta sección De Pictura en Porcuna Digital quizás con el desaliento de haber en parte acabado una propuesta: la de presentar a todos los Creadores de Porcuna con sus obras por delante. Han sido casi dos años y espero que el objetivo se haya cumplido.
Iba a cerrar esta sección volviendo a hablar sobre mi propia obra. Pero a veces el dolor y la vida se mezclan con la realidad de los otros. Hoy este dolor se hace duro e irresistible: el dolor de un hijo, por un hijo, cuando la enfermedad de un hijo se presenta. Y este “dolor sin dolor”, ahí dentro del alma, que no tiene resquicios, ni descanso, se ha hecho en estos días más grande: dolor propio añadido al dolor de los demás. Cuando la obra de arte despierta y se hace y tiene sentido, y respira como un hijo, se enfrenta a la comprensión o incomprensión de los demás. Yo estaba a punto de exponer ocho cuadros en una galería de Córdoba, estos mismos días. Pero el dolor del que os hablaba antes, nos vino a todos por igual.
A todos los que pisamos esta tierra milenaria, de heladas y calores, mientras vivimos y rodeamos el ciclo anual de nuestras vidas; de vez en cuando, se nos cuaja la mirada y la sonrisa. Pero es la vida, esta vida, de la que no sabemos gran cosa, la que nos da la lección de continuo. Surgió la mirada de Nayra y ya nada ha sido lo mismo. He cogido estos cuadros, mi trabajo de los últimos cinco años, mi lucha en horas de soledad, contra el tiempo, contra quizás todos y todo, por hacerme respirar y sentirme vivo, y los he traído. Por si acaso sirven.
Estos cuadros son un mensaje sobre la debilidad de todo, hasta lo que hipotéticamente se valora, se sobrevalora, que al fin de cuentas, en esta civilización global, lo marca el dinero y quienes lo tienen. Por eso –pienso- no debe de haber “nada ni nadie” en el mundo que pare un brochazo de pintura, una palabra en libertad; lo prohíban quienes lo prohíban, lo condene quienes condenen. Porque ninguna gota de sangre va a parar lo que hemos con tanto esfuerzo conseguido. Y ahí está la mirada de Nayra, en el futuro de un segundo más, en la lágrima agradecida de un halo de vida; por todo ello, merece la pena vivir y trabajar y expresar.
Estos cuadros, pintados en la angostura de una pequeña cocina doméstica, son el halo de aire necesario para quien pinta, poder respirar, fuera de todo lo demás, una burbuja que ahora vuelve a ser aire en los demás, el campo de batalla de unos años de guerras interiores, de miradas, miles, de deseos y derrotas y heridas. Por esto he donado estos 8 cuadros al Comité de la Solidaridad del Ayuntamiento de Porcuna. Que sirvan si pudieran para cambiar en algo lo que sí podemos todos cambiar: Que ninguna mano se detenga, que nadie descanse, que todos a la vez podamos contribuir con nuestro trabajo, por muy pequeño que éste sea, por el futuro de una niña, contra el de una humanidad virulenta e inexplicable. Contra esto es nuestra lucha, solo contra esto; para que no se le niegue ni un minuto el derecho de nadie a vivir, el deber de los vivos a decir lo que pensamos.
Iba a cerrar esta sección volviendo a hablar sobre mi propia obra. Pero a veces el dolor y la vida se mezclan con la realidad de los otros. Hoy este dolor se hace duro e irresistible: el dolor de un hijo, por un hijo, cuando la enfermedad de un hijo se presenta. Y este “dolor sin dolor”, ahí dentro del alma, que no tiene resquicios, ni descanso, se ha hecho en estos días más grande: dolor propio añadido al dolor de los demás. Cuando la obra de arte despierta y se hace y tiene sentido, y respira como un hijo, se enfrenta a la comprensión o incomprensión de los demás. Yo estaba a punto de exponer ocho cuadros en una galería de Córdoba, estos mismos días. Pero el dolor del que os hablaba antes, nos vino a todos por igual.
A todos los que pisamos esta tierra milenaria, de heladas y calores, mientras vivimos y rodeamos el ciclo anual de nuestras vidas; de vez en cuando, se nos cuaja la mirada y la sonrisa. Pero es la vida, esta vida, de la que no sabemos gran cosa, la que nos da la lección de continuo. Surgió la mirada de Nayra y ya nada ha sido lo mismo. He cogido estos cuadros, mi trabajo de los últimos cinco años, mi lucha en horas de soledad, contra el tiempo, contra quizás todos y todo, por hacerme respirar y sentirme vivo, y los he traído. Por si acaso sirven.
Estos cuadros son un mensaje sobre la debilidad de todo, hasta lo que hipotéticamente se valora, se sobrevalora, que al fin de cuentas, en esta civilización global, lo marca el dinero y quienes lo tienen. Por eso –pienso- no debe de haber “nada ni nadie” en el mundo que pare un brochazo de pintura, una palabra en libertad; lo prohíban quienes lo prohíban, lo condene quienes condenen. Porque ninguna gota de sangre va a parar lo que hemos con tanto esfuerzo conseguido. Y ahí está la mirada de Nayra, en el futuro de un segundo más, en la lágrima agradecida de un halo de vida; por todo ello, merece la pena vivir y trabajar y expresar.
Estos cuadros, pintados en la angostura de una pequeña cocina doméstica, son el halo de aire necesario para quien pinta, poder respirar, fuera de todo lo demás, una burbuja que ahora vuelve a ser aire en los demás, el campo de batalla de unos años de guerras interiores, de miradas, miles, de deseos y derrotas y heridas. Por esto he donado estos 8 cuadros al Comité de la Solidaridad del Ayuntamiento de Porcuna. Que sirvan si pudieran para cambiar en algo lo que sí podemos todos cambiar: Que ninguna mano se detenga, que nadie descanse, que todos a la vez podamos contribuir con nuestro trabajo, por muy pequeño que éste sea, por el futuro de una niña, contra el de una humanidad virulenta e inexplicable. Contra esto es nuestra lucha, solo contra esto; para que no se le niegue ni un minuto el derecho de nadie a vivir, el deber de los vivos a decir lo que pensamos.
LUIS EMILIO VALLEJO
