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La imagen de Venezuela en España

Hablar de Venezuela está de moda por ser un argumento más contra el líder de Podemos, Pablo Iglesias. Sin embargo, ¿qué imagen tiene Venezuela en España? Venezuela es un país desconocido para el español medio. Los ciudadanos saben que existe, que tiene un gobierno peculiar y poco más. Campo abonado para la manipulación mediática y las versiones extremistas.

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La investigadora Marianela Urdaneta García, de la Universidad Bolivariana de Venezuela, publicó en 2011 un artículo en la Revista Mediterránea de Comunicación en la que analizaba el tratamiento que hacía la prensa española (su corpus eran artículos en versión electrónica de El Mundo, ABC, La Vanguardia y El País) de Hugo Chávez y la realidad venezolana.

Sus conclusiones no fueron sorprendentes, si bien le dieron una base científica a algo que ya se podía comprobar a simple vista en los medios españoles consolidados. Afirmó que, en España, los textos sobre Venezuela son “tendientes a mostrar a un país estancado en problemas eléctricos, escasez de agua, víctima de la delincuencia, en recesión económica. Con un Gobierno que persigue a todos aquellos que tienen a pensar de forma diferente al sistema bolivariano y que limita la libertad de expresión de los ciudadanos”. Sorprendentemente, El Mundo fue el medio que mayor publicación positiva realizó, con un 4 por ciento de publicaciones positivas. Sólo considera neutras al 15,5 por ciento.

En el momento de su estudio, en España había un colectivo inmigrante proveniente de Venezuela de 60.399 personas, según datos del INE de 2010. Si bien es cierto que era y sigue siendo un colectivo minoritario comparado con el chino, el rumano o el marroquí, sí se puede afirmar que era y sigue siendo un grupo social llamativo. Por tanto, sorprende la falta de profundidad de los medios españoles a la hora de abordar los asuntos de su país.

Más allá de posibles reflexiones sobre el hecho de que la prensa española no contase con este colectivo, sí llama la atención que el 58,7 por ciento de las informaciones sobre Venezuela se materializaran en noticias, mientras que sólo un 15,6 fueron artículos de opinión.

Por tanto, sólo 25,7 por ciento de las informaciones se presentaron en forma de géneros que abordan la realidad de forma más profunda, como reportajes o crónicas. Y por supuesto, confiando en que esos textos profundizaran realmente en los temas.

Y es que hay una importante ausencia de contraste de fuentes, tal y como afirmó la autora hace tres años: “los trabajos publicados demuestran poca profundidad y abordaje periodístico, pues en un 33,5% de las publicaciones no se emplearon fuentes. Además existe un 22,5% que sólo tenían una fuente para sustentar los datos que publicaron. Es decir, un 56% tienen entre cero y una fuente”.

Un año después, en este espacio se denunciaron algunas de estas situaciones en los artículos titulados ¿Quién es Hugo? y No interesa, donde también se vinculó la manipulación mediática con intereses económicos más complejos. En aquel momento, ya se podían entrever tres circunstancias que casi siempre se cumplían en cualquier medio.

En primer lugar, que lejos de demonizar a Hugo Chávez, la prensa española se dedicaba a dar una imagen ridícula del Comandante (salvo un brevísimo período en el que amenazó intereses del Banco Santander) o a ensalzarlo.

En segundo lugar, que existían en la esfera pública española unas opiniones muy extremistas, por un lado o por otro, sobre Chávez y la Revolución Bolivariana. Finalmente, que ambas posiciones, pero especialmente la antichavista, rechazaban por lo general el uso de argumentos muy contundentes por tal de no ofrecer una visión compleja de la situación del país caribeño o, directamente, por simple ignorancia.

A pesar de que la situación política de Venezuela es infinitamente más compleja que antaño, nada ha cambiado. Incluso llama la atención que, teniendo los medios antibolivarianos españoles más argumentos que nunca para atacar al Régimen, no se usen, sino que se sigue con la misma cantinela de siempre. De nuevo, el principio de la ignorancia o la distorsión de la simplicidad.

Hay que insistir, los problemáticos están en todos lados, no sólo en los antibolivarianos. Volviendo a Pablo Iglesias, este hombre es un buen ejemplo de la veneración extrema del régimen. En su ya famosa entrevista en Venezolana Televisión, Iglesias alaba la creación de Chávez, sin tener en cuenta muchos de sus aspectos negativos.

Sin embargo, también conviene apuntar una serie de circunstancias atenuantes que, si bien cambian más bien poco la concepción que se puede tener de él y su ideología, sí desmonta algunos reproches injustos sustentados en la ignorancia.

Por un lado, la entrevista se desarrolló en vísperas de las elecciones del 14 de abril de 2013. Un momento muy especial. Maduro acababa de ser elevado a presidente temporalmente de forma algo irregular tras la muerte el Comandante, pero las elecciones eran inminentes. Chávez no es Maduro, como pueden atestiguar los propios bolivarianos, ni tampoco sus formas y políticas.

La entrevista se dio justo después del milagro económico venezolano de 2012, con un crecimiento del PIB del 5,6 por ciento según el Banco Mundial. Un momento de euforia ante lo que parecía una revolución que, además, contaba con un amplio apoyo popular tras una serie de elecciones que numerosos observadores internacionales habían calificado como ‘ejemplares’. Tanto fue así que, a la larga, el propio Henrique Capriles tuvo que bajar la cabeza y reconocerlo en las elecciones presidenciales de 2013.

Por otro lado, aún con sus graves defectos y déficits, Chávez logró hacer sus reformas dentro de la legalidad vigente, aunque para ello tuviera que cambiar las leyes con la reincidente legitimidad de las urnas. Una situación radicalmente distinta a la de Nicolás Maduro, cuyas actuaciones desde febrero de 2014 han podido seguir desde esta sección.

Una diferencia, ciertamente, que parece obviar el conjunto de los medios españoles. Uno de los últimos ejemplos de esta ceguera se encuentra en el último artículo de Lidia Falcón en Público. Hay que leerlo, porque no le faltan algunos argumentos originales y, hay que reconocerlo, algo más sofisticados que los habituales. Sin embargo, no se puede obviar la realidad. Es el límite.

¿Se puede decir tan alegremente a 18 de julio de 2014 que “la ‘dictadura bolivariana’ que tantos publicistas de la derecha aborrecen respeta la libertad de expresión de los medios de comunicación privados que son mayoría en el país”? Parece que esta señora, al parecer, no ha leído informes del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Prensa de Venezuela o de la Sociedad Interamericana de Prensa, entre otras muchas instituciones. ¿Habrá rectificación?

Tal vez lo más grave del artículo sea, ya no la defensa del régimen, que puede ser comprensible si se argumenta bien, sino la falta de una búsqueda del término medio y la demonización de quien no comparte sus creencias. Un nuevo ejemplo de comunicador español que ignora lo que ocurre en el país caribeño.

Se puede afirmar, sin tapujos, que en España hay una importante distorsión de la realidad venezolana, que no permite ver ni lo bueno ni lo malo de un régimen con brillantes luces e inquietantes sombras.

RAFAEL SOTO
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