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Zeus y Europa: la mística en la obra de Juan Miguel Bueno

Un verso sin palabras, pero lleno de susurros: la obra de Juan Miguel. Los versos de un libro que aún no han sido escritos, solo soñados. Musitados por unos labios femeninos de perfil. El de todas sus damas, el de todas sus musas: Consuelo, Antonia, Rocío, Mariló. La búsqueda de la pureza, el amor incondicional, lo dado sin pedir, son las claves de su obra.

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La obra de toda una vida, a la que he asistido, en primera persona. Testigo de un camino ejemplar en el transcurso de los últimos cuarenta años. En paralelo, hemos caminado, buscando siempre la razón personal del ser, la técnica gráfica adecuada a nuestro yo, aquellos pasos necesarios que deberán de cumplirse en el arte, único medio posible para el alma.

Zeus y Europa es una de esas obras mayores de Juan Miguel (juanmiguelbueno.blogspot.com). Realizada en 2010 con técnica mixta sobre papel. Europa jugaba con sus compañeras en la playa, cuando Zeus la divisó y quedó maravillado por su belleza.Como Zeus sabía que Europa podía rechazarlo si se le presentaba tal cual, se transformó en un hermoso toro blanco que tenía cuernos como el creciente lunar, y fue a rendirse a los pies de la bellísima doncella. Así comienza el cuento mítico. Así aparece, el torito orientalizante de Porcuna, el animal sagrado de los Túrdulos de Ipolka, echado, esperando su doncella, su bella amada para fundirse en uno: “¡oh noche que juntaste/Amado con amada,/amada en el Amado transformada! (San Juan de la Cruz).

En esta obra, Europa y Zeus se miran con amor, extasiados. Europa con la mano abierta, el niño tras ellos que porta la llave, símbolo universal en todas las religiones, el niño y la llave, ese viaje interior, ese camino recorrido durante los últimos 25 años, ahora patente en el catálogo de toda su obra: Los Caminos del Alma, con dibujos y obras desde 1988 hasta la actualidad. Obra monumental, ordenada, con textos de importantes historiadores o simplemente amigos íntimos del poeta del color, del orfebre del dibujo. Libro necesario donde encontrar para siempre un rincón donde dialogar con este artista exigente y capaz, directamente con una obra que no necesita soporte porque es parte de una idea, un sueño colectivo de hermandad universal, ese ojo que nos mira con el perfil de una gran madre dama: desde la felicidad de las cosas pequeñas.

De la punta del bolígrafo, emerge, primero el perfil, griego, la nariz, la frente; luego la curva deseable de los labios, la barbilla clásica. El pelo, la línea del horizonte del pensamiento, los ojos almendrados, el perfil de nuevo, el perfil, como aquellos primeros retratos del s. XIX que siempre nos muestran al retratado de perfil, nunca de frente, como los perfiles en negativo dieciochescos, recortados sobre cartulinas, fondos de camafeos, lo interior, frente a lo de fuera que es lo mismo, la unión entre ser y alma entre carne y mirada e idea.

Luego quizás surja parte del cuerpo, el bolígrafo, la seguridad del trazo, las tardes, los días, en cualquier sitio, dos jóvenes sentados, sobre el bello lomo de la ciudad de Granada, el bolígrafo y el folio o la libreta, sobre cualquier soporte, el halo insomne, la unión entre grafismo y alma, el recorrido de unos pasos firmes hacia el infinito sin principio ni fin de la obra, lo que evoca:palabras o susurros, las historias de un alma que no tuvo principio, sin límites en su camino hacia la nada, el absoluto, la mística…

La obra de Juan Miguel Bueno Montilla nos emociona, nos inquieta, se nos mete por dentro, nos duerme en las ramas del absoluto, nos obliga a parar, buscar un camino por donde su alma pasó hace tiempo; no por andado más abierto a sus símbolos universales: San Juan de la Cruz, La Gran Madre, El Budismo Tibetano: “¡Oh dichosa ventura…”

LUIS EMILIO VALLEJO
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