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La obra de Isidoro de la Rosa

Isidoro de la Rosa Moreno es uno de los pintores más auténticos de Porcuna porque hace de su pasión un arte que logra comunicar a los demás el propósito de su mensaje. Esto es así porque su técnica viaja a medio camino entre los procedimientos del cartel publicitario, con su lenguaje de comunicación visual y la pintura clásica de origen simbolista, encarnada en la obra de su amado Julio Romero de Torres.

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Isidoro es un adepto a la pasión, esa es la palabra: por la vida, por la guitarra, por la pintura, por la amistad. Los ojos de sus modelos, nos buscan con descaro, insuflan desde su inmaterialidad el deseo de retenernos, mandarnos un mensaje, obligarnos a dialogar. No en vano la obra de Isidoro está en muchos hogares de Porcuna, además de adornar en la Feria Real parte del Recinto Ferial, o toparnos con ella en las portadas de algunos programas oficiales de Feria Real.

Como ya comentaba hace unos años de su pintura: “una obra sólida, que tiene como principio un compromiso con la verdad del retrato al óleo sobre lienzo; o a la aguada y acuarela sobre papel, donde las tintas planas buscan, en arpegio, la sucesión tonal, la sensación y el sentido tectónico, monumental de su osamenta. Cada mirada queda inscrita y nos señala, desde el lienzo, nos hace participar de su interioridad”.

En la obra que presento de Isidoro se expone toda esa necesidad del artista de dedicar u homenajear al retratado, a sus amigos. ‘Encalator’ es todo un tratado de la capacidad del artista para observar, ser agudo, mostrar la humanidad del retratado, como Velázquez, que además de retratar a Reyes miraba con humildad a todos aquellos seres, “reales”, que componían ese mundo completo de su época. Isidoro, con ‘Encalator’, retrata a nuestro amigo Ángel y eleva ‘la obra’, a la categoría suprema de ‘maestra’.

Militar de Carrera, ahora jubilado, artista autodidacta, guitarrista, cruza ‘el charco’, desde las Palmas de Gran Canaria, cada verano y viene a pintar a su Patria Chica. Isidoro sale de su bella casa, su bello estudio, y mientras sube la cuesta de la calle Cementerio (Eugenio Molina) nos va murmurando; o es quizás una magia de correspondencias: “la pintura es el asidero donde me agarro en el tiempo que me queda por vivir. El día que no pinto me siento desesperado”.

LUIS EMILIO VALLEJO
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