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Sobre perros, la mirada y el deseo: de la artista visual Amparo Garrido

Conocía desde hace bastantes años aquellas fotos de 100 x100 cuando en mis visitas al Museo Reina Sofía de Madrid, en una de las salas de la planta de arriba, la mirada de varias fotos que “me miraban”, me obligaron, como a todos, a detenerme. Iba de paso, de mirar y sentir la materialidad de Millares, sus sacos rotos, rasgados por el tiempo del artista, su materia, sus yesos a punto de caernos en las manos, nosotros ‘artistas hambrientos’, recibidores de limosnas…

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Aquella mirada, limpia, sobre un soporte fotográfico, nos esperaba. Aquellos perros nos aguardaban, nos hacían saltar sobre el terreno. Tras lo matérico: lo inmaterial. Porque cazar una fotografía, una mirada, es como raptar lo que no se puede: el tiempo, encerrarlo y lanzarlo sin contemplaciones. Eran pupilas que nos penetraban, que buscaban nuestra línea de tierra (LT) para acomodarla a la de nuestro horizonte (LH), perspectivas posibles, geometría cónica, que parte del ojo que mira y, a su vez, queda atrapara por el otro ‘cono visual’ de aquel que nos devuelve la mirada, mirada eterna, mirada de miradas. Aquellas pupilas, inalterables, acusadoras… No puede existir mayor arma que la pupila que nos mira, que nos apunta sin Bala: de tú a tú.

Pero estos ojos, no eran, contrariamente, de un ser humano, no eran humanos. O quizás, por el contrario, lo que no había en ellos de humano era la máscara circundante, una máscara de pieles peludas, de rictus, de átomos de segundos que se disuelven en el mismo disparo de la cámara, en la misma acción, en la determinación de Amparo Garrido por descubrir esa verdad, “…humana, demasiado humana”.

“Algo, virulento e inexplicable nos sucede… “, decía el poeta,… cuando contemplamos estas obras a las que inmediatamente “presentí “como pruebas patentes de una revelación, esas pocas que a veces en la vida nos hace, mágicamente, conectarnos con el alma de la artista: de tú a tú. Porque yo entonces, mira por donde, fotografiaba perros en el Museo del Prado: ‘los perros de Velázquez’. Si uno los mira y los aísla fotográficamente hallamos en ellos el ‘alma’ del retratado. En este trasvase entre animal-humano trabajaba cuando me sorprendieron aquellas miradas del Reina Sofía.

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Años después, hacia 2008, conocí a alguien que iba a realizar un video sobre Porcuna, (Porcuna tierra de Tesoros) alguien que venía y llegó y estuvo con nosotros el ciclo de un año, alguien que nos entendió magistralmente, alguien con el aura, la mirada. el silencio y la paz interior, ella, curada de todo, también precisamente de esas pupilas caninas acusadoras. Ella, Amparo Garrido, que ha luchado de nuevo, para que podamos tener estas miradas, en forma de libro: para hojear y ojear: vislumbrar el alma de una humanidad demasiado ‘animal’ para no ser tenida en cuenta, olvidada, no retratada.

LUIS EMILIO VALLEJO
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