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El arte y el proceso en mi Obra

‘La Obra’. ‘Mi Obra’. ‘Esta Obra’. Así es como un creador habla de lo que hace. Porque la OBRA supone un todo continuo a lo largo y ancho de una vida. Cuando uno decide crear lo hace a temprana edad. Tal es la fuerza de la resolución que la mayoría de los creadores sentimos el “arte”, o su llamada, entre los cinco y diez años. Y esta “llama ardiente” nos consume toda la vida.

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Pero para alcanzar el estatus de Maestro son muchos años de esfuerzos y derrotas, de aprendizajes, a veces de caminos seguidos que no llevan a ninguna parte.

La técnica, alcanzar una buena técnica es fundamental. Para ello hay que estudiar a los maestros antiguos con mucho esfuerzo, dibujar, dominar el color, la composición, el claroscuro, los distintos procedimientos de cada técnica concreta: Pintura al óleo, encáustica, acuarela, óleo, pastel: las mil caras de una misma necesidad.

La obra que elaboro en la actualidad hace varios años ha ido pasando de la atención hacia el paisaje en el cual como disciplina artística la he estado practicando 25 años, a una preocupación por la figura humana. El ser humano me interesa. Un ser condenado a vivir dentro de una jaula de jilguero. Sobre todo un ser expuesto y estrujado por la publicidad, de ahí que muchos de mis modelos sean de este medio.

Por tanto mi reflexión a veces es pesimista, aunque siempre con vías de escape, donde el que mira el cuadro pueda organizar y orientar este mundo pictórico hacia sí mismo. Por tanto la pintura debe cumplir esa necesaria sublimación del cuadro en el espectador y al contrario que en sí es el verdadero objetivo de toda actividad artística: la comunicación entre obra y espectador. ¿Y qué pasa entonces con el creador? Quizá la respuesta más inteligente sea esa que ya tiene casi tres mil años: “El arte se sirve del artista para ser”.

Os presento una obra sin acabar en la cual las figuras componen una reflexión que aún no ha acabado, un diálogo con las formas, con los colores, que no ha terminado. El cuadro aún no tiene título porque del diálogo aún largo con él saldrá uno apropiado. La obra que veis por tanto está inconclusa, le falta el 50 %. Es decir la fase de veladuras, sombras propias y arrojadas, redefinir el dibujo, aunar criterios cromáticos y esa última cara del maquillaje para hacerla bella y capaz de comunicar.

No es fácil que un pintor se atreva a mostrar al público una obra sin acabar, porque siempre hay un pudor grande en ello. Pero pienso que así tomaremos conciencia de cuál es el drama actual y futuro de la creación: un proceso donde hay un diálogo durante meses y años con la obra, hasta que ésta comienza a hablar y a odiar a su creador y, por tanto, a estar dispuesta a vivir su propia vida.

LUIS EMILIO VALLEJO
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