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Mostrando las entradas etiquetadas como Diario de un periodista cansado [Antonio López Hidalgo]

Ausencia

No le dije que se fuera, solo que nuestra relación no iba bien, que no iba a más, que se había alagado en un lugar incierto. Le dije, claro, que la quería, que siempre la quise, que no la olvidaría. Pero que quería estar solo. Me miró sin sorpresa, adivinando la soledad que me estragaba e…

Perdido

Bajó las escaleras deprisa, casi pisándose los zapatos, atropellado por la confusión o la desdicha o el miedo, mirándose las manos todavía ensangrentadas, cual si fuesen las manos de alguien distinto a él que no conocía ni quería conocer. Vagabundeó por las calles sin saber a dónde ir, si…

Siéntate

Le dije quédate. Siéntate y quédate aquí para siempre. Ella sonrió. Siempre lo hacía, mostrando unos dientes blancos y bien alienados. Tenía en esa sonrisa, que la infantilizaba, una mueca de gratitud que nunca comprendí del todo. De eso hace ya mucho tiempo, o tal vez no tanto. Aquí…

Desvaríos seniles

Colecciono conchas de mar y cuencos de cerámica artesanos de diferentes países, piezas de madera talladas, grabados, libros, pero también conservo, no sé por qué razón, recortes de prensa. En fin, páginas de periódico que anuncian noticias curiosas o sorprendentes, tristes o insólitas. Es…

Cualquiera se cansa

Mira uno la vida desde la ventana y le da pereza abrir las puertas y salir a la luz o a las tinieblas. Todo depende cómo se mire. Si ahora miramos el mundo sin telescopio, vemos un paisaje que abruma en lontananza y aquí al lado buscamos las ascuas del fuego apagado y del futuro que nos d…

Las gafas de Gandhi

Hace dos o tres años leí en la prensa que algunas pertenencias del líder espiritual Mahatma Gandhi iban a salir a subasta. Entre ellas, sus míticas gafas redondas metálicas y las sandalias que llevó cuando predicaba la paz y la desobediencia civil por los caminos de la India. El lote lo c…

Un encuentro insospechado

Cuando subió al AVE, coche 8, asiento 9B, iba tan ensimismado en sus pensamientos que no reconoció a nadie. Siempre que viajaba, pedía un asiento aislado, junto a la ventana, para no molestar y para que nadie le molestara. Le gustaba pegar la mirada al cristal y observar sin pensar en el …

Esos estragos de un instante

Cuándo fue el último día, quién anunció la despedida si ninguno sabía que el final tenía fecha fijada, si ninguno tenía billete de partida y mucho menos pasaje de vuelta. Lo supieron en ese mismo instante inevitable, ese instante en que los tragos y los estragos amenazan sin titubeos. Era…

La mujer que no existía

Por las noches, cada noche de cada sábado, durante catorce años, acudió al mismo bar con la sensación irrenunciable de que allí conocería a la mujer de su vida. Nos lo contaba con esa naturalidad de quien está convencido que subirá al árbol aunque sus manos no alcancen las primeras ramas.…

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