El más grande conjunto escultórico íbero de España. Perteneciente al mayor oppidum de Ipolca. Miles de piezas descubiertas. Un túmulo funerario de época prehistórica con una veintena de individuos enterrados. La visita teatralizada que organiza Holgar Porcuna convierte al asistente en un auténtico paseante del mundo íbero.
“Pasad, nobles túrdulos”, indica la sanadora a los visitantes. “¿O quizá sois turdetanos? No, debéis ser oretanos puesto que los túrdulos somos los más cultos de los pueblos íberos. Tenemos escritura propia”. Así comienza la visita teatralizada al túmulo funerario de Cerrillo Blanco. Un lugar mágico donde el visitante podrá aprender y observar la cultura íbera del siglo V a.C. Una cultura funeraria en la que para destruir a las dinastías decapitaban las esculturas reales Como es el caso del príncipe Ridelcos, conocido actualmente como ‘El Guerrero Ibero’.
“Debe haber más cabezas decapitadas aunque aún no han sido halladas”, explica la guía de Holgar Porcuna, Ana González. Es una incógnita si las esculturas de Cerrillo Blanco han permanecido siempre allí, o si por el contrario fueron trasladadas desde Ipolca para ser enterradas junto a los antepasados del príncipe Ridelcos.
Ipolca disponía de su propia moneda y fue una ciudad muy rica en cereal. Incluso en época romana, Obulco fue proveedora de Roma. “También abastecimos en esta época de aceite a la ciudad de Roma”, revela Ana González. La sanadora íbera cuenta cómo su pueblo era muy parecido al actual. Dependiendo de su linaje, bebían vino o cerveza, y fueron los descubridores de la parrilla o la paellera. “Nosotros os lo hemos enseñado todo. En nuestro tiempo curamos jamones e hicimos quesos, y el blanco de cal de vuestras casas ya lo usábamos nosotros”, cuenta la sanadora durante la visita teatralizada.
"Nosotros os lo hemos enseñado todo"
Durante unos instantes de la teatralización, la curandera de época íbera realiza una ofrenda de alimentos a los dioses íberos. Ridelcos fue un joven guerrero que consiguió ser príncipe de la ciudad-estado de Ipolca tras luchar fieramente para hacerse con el poder. Pero su vejez sólo la dedicó a ennoblecer el túmulo funerario de sus antepasados que fueron enterrados en Cerrillo Blanco. Todos esos grupos escultóricos narraban su historia, además de otras leyendas. “Cuando Ridelcos se hizo viejo, su único anhelo era crear un conjunto escultórico para magnificar su estirpe”, vocea la sanadora.
Ridelcos fue asesinado por el sumo sacerdote Biogoitios, que intentó hacerse con el poder de Ipolca tachando al príncipe como usurpador de la ciudad. “Biogoitios dejó el cuerpo de Ridelcos sin enterrar. El cuerpo no debe ser expuesto, sino que debe ser quemado para que su alma alcance el séptimo cielo de los príncipes tras su batalla con el grifo”, exclama.
“El grifo era un animal mitológico que representaba la justicia. Era mitad cuerpo de águila y mitad de león, dos animales muy poderosos”, explica la responsable de Holgar Porcuna. Los guerreros íberos debían luchar y vencer a este animal mitológico para poder vivir eternamente en ‘el verde valle de la tranquilidad y la paz’. Siempre eran enterrados con sus propias falcatas, como quien no quiere separarse del arma que le permitió continuar viviendo en las batallas de la época. Las falcatas eran espadas muy temidas.
El guerrero íbero sólo se defendía cuando percibía amenazas ante su pueblo. “Eran de carácter pacífico”, explican. También eran tremendamente leales a sus superiores. Cuando el guerrero íbero prometía la devotio, moría por su jefe. Luchaba hasta la muerte en la batalla, y si lograba sobrevivir, se envenenaba.
“El Cerrillo Blanco tiene una gran importancia histórica”
Este tipo de visitas teatralizadas, que ponen en valor las infraestructuras y el patrimonio con el que cuenta la localidad, comenzaron las pasadas Navidades. Desde ahí, han visitado junto a Holgar Porcuna el yacimiento de Cerrillo Blanco unas 120 personas en seis visitas diferentes.
“El Cerrillo Blanco tiene una gran importancia histórica y es una pena porque no se está explotando de una manera adecuada. Se le podría sacar mucho más partido y mucha gente se va de Porcuna sin conocerla realmente. No deberíamos dejar a ningún visitante irse sin que sepa lo que fue Porcuna en la antigüedad”, explica Ana González.
Además, es partidaria de que tendría que haber más excavaciones para conocer perfectamente las tumbas. También demanda copias de las esculturas para que las visitas a Cerrillo Blanco sean más amenas.
“Debéis hacer que conozcan vuestro pasado y contarle al mundo vuestros descubrimientos. Debéis buscar más conocimientos”. Y con un sibibolai kabesuribi se despidió la sanadora íbera.

“Pasad, nobles túrdulos”, indica la sanadora a los visitantes. “¿O quizá sois turdetanos? No, debéis ser oretanos puesto que los túrdulos somos los más cultos de los pueblos íberos. Tenemos escritura propia”. Así comienza la visita teatralizada al túmulo funerario de Cerrillo Blanco. Un lugar mágico donde el visitante podrá aprender y observar la cultura íbera del siglo V a.C. Una cultura funeraria en la que para destruir a las dinastías decapitaban las esculturas reales Como es el caso del príncipe Ridelcos, conocido actualmente como ‘El Guerrero Ibero’.
“Debe haber más cabezas decapitadas aunque aún no han sido halladas”, explica la guía de Holgar Porcuna, Ana González. Es una incógnita si las esculturas de Cerrillo Blanco han permanecido siempre allí, o si por el contrario fueron trasladadas desde Ipolca para ser enterradas junto a los antepasados del príncipe Ridelcos.
Ipolca disponía de su propia moneda y fue una ciudad muy rica en cereal. Incluso en época romana, Obulco fue proveedora de Roma. “También abastecimos en esta época de aceite a la ciudad de Roma”, revela Ana González. La sanadora íbera cuenta cómo su pueblo era muy parecido al actual. Dependiendo de su linaje, bebían vino o cerveza, y fueron los descubridores de la parrilla o la paellera. “Nosotros os lo hemos enseñado todo. En nuestro tiempo curamos jamones e hicimos quesos, y el blanco de cal de vuestras casas ya lo usábamos nosotros”, cuenta la sanadora durante la visita teatralizada.
"Nosotros os lo hemos enseñado todo"
Durante unos instantes de la teatralización, la curandera de época íbera realiza una ofrenda de alimentos a los dioses íberos. Ridelcos fue un joven guerrero que consiguió ser príncipe de la ciudad-estado de Ipolca tras luchar fieramente para hacerse con el poder. Pero su vejez sólo la dedicó a ennoblecer el túmulo funerario de sus antepasados que fueron enterrados en Cerrillo Blanco. Todos esos grupos escultóricos narraban su historia, además de otras leyendas. “Cuando Ridelcos se hizo viejo, su único anhelo era crear un conjunto escultórico para magnificar su estirpe”, vocea la sanadora.
Ridelcos fue asesinado por el sumo sacerdote Biogoitios, que intentó hacerse con el poder de Ipolca tachando al príncipe como usurpador de la ciudad. “Biogoitios dejó el cuerpo de Ridelcos sin enterrar. El cuerpo no debe ser expuesto, sino que debe ser quemado para que su alma alcance el séptimo cielo de los príncipes tras su batalla con el grifo”, exclama.
“El grifo era un animal mitológico que representaba la justicia. Era mitad cuerpo de águila y mitad de león, dos animales muy poderosos”, explica la responsable de Holgar Porcuna. Los guerreros íberos debían luchar y vencer a este animal mitológico para poder vivir eternamente en ‘el verde valle de la tranquilidad y la paz’. Siempre eran enterrados con sus propias falcatas, como quien no quiere separarse del arma que le permitió continuar viviendo en las batallas de la época. Las falcatas eran espadas muy temidas.
El guerrero íbero sólo se defendía cuando percibía amenazas ante su pueblo. “Eran de carácter pacífico”, explican. También eran tremendamente leales a sus superiores. Cuando el guerrero íbero prometía la devotio, moría por su jefe. Luchaba hasta la muerte en la batalla, y si lograba sobrevivir, se envenenaba.

“El Cerrillo Blanco tiene una gran importancia histórica”
Este tipo de visitas teatralizadas, que ponen en valor las infraestructuras y el patrimonio con el que cuenta la localidad, comenzaron las pasadas Navidades. Desde ahí, han visitado junto a Holgar Porcuna el yacimiento de Cerrillo Blanco unas 120 personas en seis visitas diferentes.
“El Cerrillo Blanco tiene una gran importancia histórica y es una pena porque no se está explotando de una manera adecuada. Se le podría sacar mucho más partido y mucha gente se va de Porcuna sin conocerla realmente. No deberíamos dejar a ningún visitante irse sin que sepa lo que fue Porcuna en la antigüedad”, explica Ana González.
Además, es partidaria de que tendría que haber más excavaciones para conocer perfectamente las tumbas. También demanda copias de las esculturas para que las visitas a Cerrillo Blanco sean más amenas.
“Debéis hacer que conozcan vuestro pasado y contarle al mundo vuestros descubrimientos. Debéis buscar más conocimientos”. Y con un sibibolai kabesuribi se despidió la sanadora íbera.
M. J. MOLINA