Ir al contenido principal

Aureliano Sáinz | Laicismo y diversidad sexual

Recientemente, en la Escuela de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Córdoba se celebró la segunda sesión de Encuentros con el laicismo, que, organizados por distintas entidades y asociaciones, entre ellas Córdoba Laica, tuve el honor de presentar como miembro de esta asociación, al tiempo que fui el autor de los carteles y de la publicidad gráfica de las jornadas.



Antes de explicar los contenidos de estos encuentros, quisiera apuntar que la imagen femenina que preside toda la publicidad gráfica corresponde a una pintura en la que aparece el rostro de Hipatia de Alejandría (375-415), filósofa y científica, que fue asesinada por los seguidores del obispo Cirilo de Alejandría. Su historia quedó plasmada en la excelente película Ágora de Alejandro Amenábar, que recomendaría a quienes no la vieron en su momento.

Iniciamos los encuentros con Laicismo y Derechos Humanos, que se desarrolló en el mes de diciembre y en el que participó, entre otros, Julio Anguita. En el segundo, con la denominación de Laicismo y diversidad sexual, estuvieron como ponentes Gonzalo de las Heras, responsable de relaciones institucionales de Arcoíris de Andalucía, y Verónica Moreno, miembro de la Asociación Transformando. El tercero de los encuentros, Laicismo y feminismo, se llevará a cabo en 20 de febrero, completándose de este modo el ciclo programado.

Dado que la jornada de Laicismo y diversidad sexual estaba convocada para las seis de la tarde, y una vez que la sala se llenó de gente, tras presentar a quienes iban a intervenir, pasé a leer una reseña que tenía escrita para la ocasión, ya que en las fechas anteriores me encontraba en Barcelona y no tenía total seguridad de estar presente en el día de celebración.

Para que ofrecer una aproximación a los conceptos de laicismo y diversidad sexual, tras la presentación de las imágenes de los dos primeros carteles de los encuentros, muestro el texto que tuve ocasión de exponer en este encuentro.

PULSE SOBRE LA IMAGEN PARA AMPLIAR
PULSE SOBRE LA IMAGEN PARA AMPLIAR

De entrada, quisiera indicar que quizás, haya quienes se pregunten qué relación tiene el laicismo con las distintas expresiones de la sexualidad, pues pareciera que son temas con escasa conexión. Para explicarlo, y enlazando con los contenidos de la primera jornada, podemos acudir a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ya que es un documento laico, puesto que tiene un fundamento humanista al no haberse redactado a partir de creencias religiosas en la elaboración y exposición de sus 30 artículos, al tiempo que no se hace alusión a ninguna deidad para su configuración y desarrollo.

Aunque los conocemos o los hayamos escuchado, conviene recordar que al principio de este documento, en su Artículo 1, se nos dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Y en el Artículo 2.1: "Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

Sobre la no distinción de sexo, a la que se alude en el artículo segundo, convendría en la actualidad ampliarla a la expresión de identidad sexual, pues no podemos entender la sexualidad como un hecho estrictamente biológico que viene determinada en el nacimiento.

Por otro lado, resulta que, a pesar de que la Declaración Universal de los Derechos Humanos es un documento firmado por la casi totalidad de los Estados miembros de las Naciones Unidas, la mayoría de ellos no se guía, en lo que respecta a los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, por lo que se deduce de ese documento de carácter laico, sino que las leyes nacionales están claramente determinadas por las religiones dominantes de cada país.

También, resulta curioso que un Estado como la Santa Sede, que es miembro observador de las Naciones Unidas, no haya firmado la Declaración Universal de los Derechos Humanos, después de 70 años de su aprobación, ya que esta fue declarada en 1948.

Y es que el rechazo y la condena en la Iglesia católica a la homosexualidad masculina y femenina viene desde muy lejos. Podríamos remontarnos al propio San Pablo cuando en su primera epístola a los Corintios dice: “¿No sabéis que los malvados no tendrán parte en el reino de Dios? No os dejéis engañar, pues en el reino de Dios no tendrán parte los que cometen inmoralidades sexuales, ni los idólatras, ni los que cometen adulterio, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los tramposos”.

Desde sus inicios, queda bien clara la equiparación de los homosexuales a todo tipo de perversiones morales, por lo que a lo máximo que ha llegado la Iglesia católica institucional, tras dos milenios de existencia, es a aceptar la homosexualidad siempre que se quede en el ámbito privado, en el deseo interno, y no se lleven a la práctica las relaciones afectivo-sexuales.

Bien es cierto que en el cristianismo hay diferentes ramas, por lo que, en la actualidad, en algunas confesiones protestantes no solo no condenan, sino que consideran que lesbianas y gais pueden ser miembros de pleno derecho de las citadas confesiones, caso de la Iglesia anglicana, así como de las Iglesias metodista, bautista y presbiteriana.

Si pasamos al ámbito musulmán, el tema que abordamos se endurece mucho más, puesto que no solo no está admitida la homosexualidad, sino que hay países cuyas legislaciones pueden llegar a contemplar la condena a pena muerte, caso de Afganistán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Nigeria, Somalia, Sudán y Yemen.

Por supuesto, en ninguno de los 49 países con reconocida mayoría musulmana de la población está aprobado el matrimonio o que existan leyes que regulen la unión homosexual. Tampoco se acepta la adopción por parte de las personas homosexuales. Solamente en dos países europeos, Albania y Bosnia-Herzegovina, también de mayoría musulmana, tienen aprobadas leyes contra la discriminación sexual.

A pesar de que la condena a la diversidad afectivo-sexual está presente en muchos países por el peso que tienen las religiones en sus leyes civiles, conviene cerrar esta presentación exponiendo algunos avances que se han dado en otros, dado que con la lucha mantenida por las organizaciones LGTBI se ha logrado que se aprueben leyes con un claro contenido laico, en las que se separan los credos religiosos, que deben quedar en el ámbito privado de quienes participan de cada confesión, de las leyes civiles que deben ser para todos, independientemente de las creencias que se tengan.

Esto ha dado lugar a que podamos felicitarnos porque son ya 25 países en los que está aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo. Recordemos que en nuestro país se logró en 2005, en mismo año que lo hizo Canadá. Por otro lado, la adopción por parte de parejas homosexuales está reconocida en la legislación de 27 países.

Esto nos hace ver que la relación y los avances entre el laicismo y la diversidad afectivo-sexual en los distintos países es un hecho lento pero imparable, ya que a medida que avanza la conciencia humanista o laica supone una vía para el reconocimiento de los derechos a la propia identidad sexual; y viceversa, los avances en la identidad sexual implican a su vez una consolidación práctica del laicismo.

AURELIANO SÁINZ