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María Angulo: "La crónica no le tiene miedo al 'yo' del periodista y se presta bien al relato de las emociones"

Aunque madrileña, reside en Barcelona y es profesora de Periodismo en la Universidad de Zaragoza. Ahora publica Inmersiones. Crónica de viajes y periodismo encubierto. María Angulo es doctora por la Universidad Autónoma de Madrid y ha trabajado en diversas universidades españolas y americanas.



Tiene una delgadez elegante de actriz que huye de las pasarelas y una mirada honda de arañar la vida en las crónicas que aún no escribió pero que ya pergeña. A veces, cuando lee sus propios textos, deja a su paso una melancolía que ni ella sabe de dónde le viene y que tampoco puede descifrar.

Si la investigación académica le dejara más tiempo libre, se sumergiría de lleno en esas otras historias que ella lleva dentro y que no sabe bien cómo administrar. Mientras, una copa de amontillado y un libro le valen para entender los reversos incondicionales del azar.

Es coautora de los libros Periodismo literario. Naturaleza, antecedentes, paradigmas y perspectivas (2010), Artículo femenino en singular. Diez mujeres esenciales en la historia del articulismo español (2011), Contar la realidad. El drama como eje del periodismo literario (2012) y Crónica y mirada. Aproximaciones al periodismo narrativo (2014).

—Ahora publicas ‘Inmersiones’. Dice Leila Guerriero que el libro debería leerse lápiz en mano. Es decir, ¿un libro para leer y escribir?

—Se trata de conocer historias periodísticas potentes y motivadoras que nos puedan llevar a la lectura pero también inspirar en la escritura.

—El periodismo de inmersión, donde el profesional se adentra en determinado entorno para ser testigo de lo que cuenta, se ha estudiado poco. ¿A qué crees que se debe?

—A que el trabajo y la labor de los periodistas no ha interesado en general a los académicos. Hasta hace muy poco han sido historiadores y filólogos los que se han acercado a la producción de algunos periodistas y sus intereses tienen más que ver con las técnicas narrativas o su concreta aportación a un engranaje histórico.

—La crónica es el texto que mejor se presta a estos quehaceres. ¿Un género en permanente evolución?

—Es el género que no le tiene miedo al yo del periodista y que se presta bien al relato de las emociones.

—El periodismo tradicional está agotado. O al menos eso parece. ¿Te atreverías a hacer un diagnóstico de futuro?

—El periodismo tradicional no creo que esté agotado. El periodismo encubierto o la crónica de viajes son también un periodismo tradicional, si lo pensamos. Estas fórmulas periodísticas llevan ahí desde tiempo inmemorial. No creo que el periodismo del tipo que sea esté agotado mientras los periodistas estén vivos y con ganas. Y de esos conozco muchos.

—Jon Lee Anderson, uno de los mejores periodistas del mundo, habla de un segundo boom en América Latina, pero esta vez no de literatura sino de periodismo narrativo. ¿Compartes su opinión?

—Sí, al menos en el impacto. Habrá que ver, en cuanto a calidad, cómo transcurre el tiempo.

—El yo se ha instalado en el periodismo narrativo de América Latina, pero aquí le cuesta llegar. Igual somos muy pudorosos.

—Seguimos regidos por los parámetros periodísticos anglosajones. Sólo dejamos el yo para las columnas y para el tertulianismo. En este último formato se nos llena la boca de yo, yo y yo.

—En tu libro hablas también del papel de la mujer en la profesión. Un oficio tradicionalmente de hombres pero que, poco a poco, os cede espacio.

—No se nos cede espacio. Lo estamos ganando por derecho propio. Pero queda tanto por hacer…

—En tu libro hablas de dos mujeres pioneras. Una es Nellie Bly. ¿Qué encuentras en ella y en su obra que te atrae?

—Me fascina su arrojo. Los reportajes que llevó a cabo suponían mucho riesgo. ¡¡Infiltrarse en un manicomio en 1887 para denunciar aquellas vejaciones y malos tratos!! Verdaderamente algo loca había que estar. ¡¡Y proponerse, siendo mujer, dar la vuelta al mundo!! Una crack del periodismo o una temeraria maravillosa.

—La segunda es Gabriela Wiener, que va más allá de su propio yo. Dice que ella misma es su materia de estudio.

—Leer a Gabriela es estimulante y perturbador. Siempre te interroga sobre ti misma y hace cuestionarte, como mínimo, tu adocenamiento. Gabriela en sus crónicas nos descubre mundos que están dentro de nosotros mismos.

—Gabriela Wiener, Leila Guerriero, Lydia Cacho, Silvia Cruz, etcétera. ¿Era el momento soñado?

—No es un mal momento. Pero siempre hay que estar soñando.

—Madrileña, profesora en la Universidad en Zaragoza, pero resides en Barcelona. ¿Cómo vives todo el ‘procés’?

—Lo vivo. Lo sufro. Trato de entender. Y salgo mucho a la calle para ver lo que dice la gente, lo que siente.

—En el libro incluyes tu propia crónica de inmersión, pero no al infierno, sino a un paraíso llamado Caños de Meca. ¿A veces la escritura creativa puede más que la investigación?

—Si te pica el gusanillo de lo creativo, es inevitable. Otra cosa es que los ritmos y exigencias académicas suelan cercenar esa creatividad, pero yo lo intento, aunque sea en pequeñas dosis.

—Te sumergiste en los lagares de la Sierra de Montilla, sobre todo en Cabriñana. ¿Un lugar para volver o para no haber salido nunca?

—Un lugar para volver y para terminar de escribir una crónica o un buen perfil de Pepín Carbonero en su bodega rockera.

ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO