Ir al contenido principal

Juan Eladio Palmis | Versus nosotros mismos

Lo bonito que tenemos ahora en España es que no necesitamos que vengan de fuera para que gracias a la sabia sabiduría política que nos gobierna, y lo publicitan a todo color en sus domesticados medios de difusión, podemos decir que somos en aptitudes muy parecidos a las hienas, que cuando les cuelga un tirajo de carne de su propio cuerpo, si pueden, que suelen poder, se lo comen y así todo queda en su propia casa.



Tan sencillo todo, como que, al final, porque estamos delante y sumergidos de lleno en algo que tiene todo el aspecto de ser un final de algo, la sociedad española que logró posicionarse por empuje de su masa laboral ganando jornales en el extranjero, y teniendo decencia patronal en España a nivel de la pequeña empresa que es la que mueve la verdadera economía que le da calidad de vida a un país, se consiguió que se desarrollara una Seguridad Social que camino llevaba de ser de las punteras del mundo, hasta que una mayoría política, por lo general hijos de jornaleros que pudieron estudiar Medicina y otras carreras, entendieron que la enfermedad puede ser un buen negocio para unos pocos; y ellos se incluyeron en esos pocos para beneficiarse.

Fruto de esos hijos del jornal convertidos en conservadores a ultranza y amantes de lo privado, sistema en el que muchos de ellos no lucirían ahora título universitario alguno, amanecieron unos tiempos de verdadero asombro para la decencia social gregaria española.

De ese país que nos ponen más noticias los medios españoles que de la propia España, aunque sean medios públicos subvencionados por todos nosotros, para nada hacen mención de la tragedia que significa en Estados Unidos, salvo que seas rico y tengas un seguro médico que te cuesta un riñón cada día, agarrar una enfermedad de las de cuidado; porque entonces el que la padece se va con ella, pero deja una púa económica a sus familiares para toda su existencia si quieren hacerle frente hospitalariamente a la enfermedad.

Perteneciente a esa clase social que te dibujan los gringos en el cine hasta el aburrimiento con piscina y exceso de lámparas de luces indirectas en su domicilio, pero en este caso sin bandera de la Unión yanqui ondeando por ningún rincón del encuadre, la enfermedad terminal del protagonista, el mero hecho que se la diagnostiquen pone en un crac económico a la unidad familiar, y él tiene que recurrir a procurarse dinero por fuera de su profesión para intentar paliar el futuro de los suyos.

En virtud de algo que del mismo modo que podemos tener la capacidad más brutal para destruir lo necesario, fundamental y bueno, somos capaces de generar, aunque no en abundancia, cooperativas y gremios que son un verdadero lujo social, España, un país donde ahora el robar dinero público no se castiga ni con reñirle un poco al ladrón, sino al contrario, se le premia, había logrado un sistema de salud que daba seguridad de vida, entre la inseguridad que siempre hemos vivido los que hemos dependido de nuestro trabajo para llevar el jornal a la casa.

Del mismo modo que se castiga a todo aquel funcionario que teniendo una misión de vigilar la carretera, las fronteras, el tráfico de estupefacientes, si se le pilla favoreciendo algo que es ilegal, se le abre un expediente sancionador, no debería de existir, y menos con luz y taquígrafos, lo que llaman centros de salud privada, cuando su único cliente es la Seguridad Social con envíos de enfermos entre amichis.

Es muy normal que así como se ve, perfectamente, ante un silencio cómplice y desgarrador de los medios de comunicación domesticados, que la tendencia es que en muy pocos años la Seguridad Social haya desaparecido a pesar de los jornales de miseria que se están aplicando al futuro paciente, todo se está encuadrando dentro de una incultura social brutal, unidireccional, conformista, rozando lo irreal, que parece que no le preocupa al pueblo español, que da la sensación como si estuviera deseando que todo vaya a peor, y convertirnos en un país de ricos con salud y de pobres que los supervivientes la tienen que tener a la fuerza, o de lo contrario la palman al estilo gringo y de otros muchos países.

Se está llegando a un todo vale, menos a que valga las cosas que un día, pese a muchos pesares, se cuajaron por el lado amable que tiene nuestra sociedad, probablemente por la clara influencia de esa Andalucía preciosa, de las más risueñas de Europa.

Creo, sinceramente que no podemos resignarnos y seguir escuchando a nuestros amados políticos, porque en la larga historia de esta vieja España los hemos tenido de todos los colores, pero mentirosos, vanidosos y ladrones como una inmensa mayoría de los actuales no se reconoce en ningún otro pasaje de nuestra crónica, y con tanto poder destructivo.

Salud y Felicidad.

JUAN ELADIO PALMIS